Veinticinco años de «Deseando amar», la película de no amor más romántica del mundo

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Fotograma del filme «Deseando amar» de Wong Kar-wai
Fotograma del filme «Deseando amar» de Wong Kar-wai

La obra maestra de Wong Kar-wai, que inspiró a Sophia Coppola para «Lost in Translation», -es también una de las preferidas de Los Javis-, se estrenó en Cannes en el 2000

30 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Como el bolero de Nat King Cole que suena de fondo —Quizás, quizás, quizás— construyó hace 25 años Wong Kar-wai la historia de la señora Chan, interpretada por Maggie Cheung, y el señor Chow (Tony Leung), en la que está considerada como la película de no amor más romántica del mundo. Que cante Nat King Cole no es casual, porque era el artista favorito de la madre del director, pero también porque Wong Kar-wai nos lleva de la mano a un tiempo de ilusión mucho más lento del normal. En ese ritmo hipnótico, atrapados en la repetición de escenas que se parecen y de una banda sonora deliciosa —un vals interpretado por un solo instrumento (Yumeji's Theme)—, el director consigue en el espectador la misma sensación reiterativa: demostrar que nada cambia, excepto las emociones de esta pareja.

Corre el año 1962, los dos se mudan el mismo día y se cruzan por las mismas escaleras de la misma pensión, son vecinos, dos seres extraños que coinciden en un espacio y un tiempo que les abre un horizonte desconocido que los desorienta: la vergüenza de saber que sus respectivas parejas están viviendo entre ellos un affaire. Pero la señora Chan y el señor Chow no son iguales, no son infieles, «nosotros no somos como ellos», insiste ella, a medida que su relación avanza hacia un lugar al que no pueden llegar. Los dos saben que el suyo es un amor —o un no amor— que no puede ser consumado, son la oportunidad perdida, la caricia imaginada, el beso que jamás será dado. Sin embargo, Kar-wai consigue que no podamos despegarnos del roce de sus dedos, de sus suspiros, de sus miradas cómplices, del deseo estrechado en todos esos maravillosos vestidos de igual diseño (¡57!) que luce la señora Chan, impecablemente vestida a cualquier hora del día y de la noche.

El colorido estético, tan llamativo como el de Almodóvar, es otro de los atractivos de la cinta, que superpone escenas que son pósteres llenos de detalles fijos en el mismo cuadro: las zapatillas de ella, las novelas que comparten, los recipientes donde la señora Chan guarda la comida que compra en la calle, el bolso... Los protagonistas habitan en una ciudad que no vemos, como no vemos a sus respectivas parejas, pero Wong Kar-wai nos enseña los callejones, los pasillos, las oficinas, las habitaciones, los restaurantes donde van a cenar, como un decorado lleno de elementos que apelan a la nostalgia, a un pasado borroso que se parece más a un sueño que a la realidad. Esa inmovilidad eterna sustenta una película que es una joya que se estrenó en Cannes en el 2000 y por la que Tony Leung consiguió el premio como mejor actor por su papel de este periodista, de traje y corbata, de un diario local. El filme ganó también el César como mejor cinta extranjera, así como varios galardones del cine de Hong Kong, en los que Maggie Cheung también fue premiada como mejor actriz.

Fotograma de la película «Deseando amar»
Fotograma de la película «Deseando amar»

Traducida en español como Deseando amar, es más conocida por su título en inglés, In The Mood For Love, título de una canción de Bryan Ferry. ¿Recuerdan More Than This de este mismo artista? La cantaba Bob Harris (Bill Murray) en el karaoke de Tokio en la noche en la que se pierde de fiesta con Charlotte (Scarlett Johansson). La conexión entre Lost in Translation, de Sophia Coppola, y Deseando amar es inspiradora. Algo que ha confirmado la propia Coppola, que la tiene entre sus películas fetiche (es, por cierto, también una de las preferidas de Los Javis), como evidencia en su propio guion. El susurro de Bob Harris al oído de Charlotte en el final de la película es un guiño al susurro que el señor Chow entierra como un secreto en un agujero de las ruinas de un templo de Angkor Wat en Camboya al final del filme. Igual que el teléfono, ese que coge Bob Harris como último recurso para encontrar a Charlotte, y que In The Mood For Love suena tres veces, un código entre amantes que no lo son.

Fuera llueve siempre, como una metáfora de su historia de no amor, de su no relación y de todas las interpretaciones que podamos hacer de ella. ¿Finalmente el señor Chow y la señora Chan se acuestan? La respuesta, como la cinta, es un bolero: quizás, quizás, quizás.