Mircea Cartarescu presenta «Theodoros» en Galicia: «Los chicos malos están volviéndose más arrogantes, el libro también es una advertencia»

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CESAR QUIAN

Regresa el escritor que casa como nadie la imaginación con la escritura sublime. Cartarescu presenta una historia sobre la ambición colosal de un emperador que funciona también, sostiene, como una «advertencia» sobre los tiempos presentes

06 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En su casa, contó en alguna ocasión, no había muchos libros. Pero Mircea Cartarescu (Bucarest, Rumanía, 1956) era un lector voraz. Leía todo lo que caía en sus manos, como las etiquetas de los detergentes. Y le encantaba escuchar las historias que contaba su madre. Hoy, Cartarescu es el escritor más importante de su país y, aunque prefiere evitar esta circunstancia, uno de los nombres que suenan en las quinielas del Nobel. Hace unos días estuvo por primera vez en Galicia de promoción. «Me quedaba este trocito por conocer de España, que es el postre», dijo con su mirada siempre amable.

Desmontando la creencia de que solo los libros policíacos son bien recibidos por el público, Theodoros, su último título, no solo ha atrapado a la crítica, también a los lectores, que lo abrazaron en sus presentaciones en A Coruña y Santiago. Editado con el detalle habitual del sello Impedimenta, el escritor rumano derrocha de nuevo mundo interior en esta historia épica sobre la ambición humana. Él dice que Theodoros funciona como un «mecanismo de relojería», y lo cierto es que el libro tiene varios pisos donde la intrigante vida de este presunto emperador de Etiopía, descendiente de siervos de una antigua región de Rumanía, topa con personajes reales como la reina Victoria de Inglaterra o el bisabuelo de John Lennon.

—¿Es un autor difícil?

—Depende del lector [sonríe]. Creo que todos mis libros tienen una capa accesible a cualquier lector. Y esto resulta especialmente válido para Theodoros, que puede ser leída al mismo tiempo como una novela de aventuras, de amor o histórica, pero también como una novela teológica y metafísica. Cualquier lector puede detenerse en uno de sus pisos.

­—¿Es de los que no leen «best sellers»?

—No soy elitista en absoluto, tampoco un snob, soy un lector omnívoro. Leo todos los tipos de literatura: científica, filosófica, novelas con éxito comercial, policíacas... Pero, por supuesto, tengo una profunda vocación por la literatura elevada. Creo que los mejores libros responden a una alianza entre la literatura elevada y la literatura popular. Por ejemplo, El amor en tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. Es el resultado de este casamiento.

cartarescu.El escritor rumano Mircea Cartarescu durante su visita a Galicia
El escritor rumano Mircea Cartarescu durante su visita a Galicia CESAR QUIAN

—¿Sorprendido por el éxito de «Theodoros»?

—El mayor éxito lo está obteniendo en España y América Latina. Aquí ha encontrado un público ideal, porque es un libro de imaginación, no es autoficción ni hay triángulos amorosos. Es un mundo que inventa un mundo. Ese espíritu flamboyante español ama esta clase de libros. Cuando en tu cultura tienes a Cervantes y pudo aparecer Góngora, es imposible no ser imaginativos. El espectáculo de esas palabras que caen en el delirio es algo arraigado y amado en esta cultura.

—¿Estamos huérfanos de imaginación?

—La literatura se ha vuelto demasiado fotográfica, y psicológica, pero en un sentido simplista. Los grandes libros del mundo son diferentes, se construyen sobre fantasía. Así es el realismo mágico y buena parte de la literatura europea.

­—¿Comenzó a soñar, a imaginar, con las historias que le contaba su madre?

—Para mí el mundo mismo es un sueño, como decía Calderón de la Barca. La vida que nos rodea me parece muchas veces tan fantástica como un libro. No existe una frontera tan clara entre lo fantástico y lo real. En Theodoros, por ejemplo, hay una visión puramente realista, muy bien documentada y, por otro lado, es completamente contrafactual. Su historia no sucedió como en el libro. Nadie sabe qué fue de este personaje. Yo inventé para él un destino, lo hice emperador.

—Entonces, ¿no es una novela histórica?

—Es una novela seudohistórica, pero que en su parte histórica es muy seria. Este libro es como una tarta, tiene muchas capas y cada uno puede saborear la que quiere, pero lo mejor es combinarlas.

—¿Se inspiró en algún personaje presente para su protagonista? ¿Algún político?

—En La república, Platón decía que el hombre más feliz es el rey y el más infeliz es el tirano, que termina siempre asesinado por sus súbditos. Cuando se muere el rey, todos lloran; cuando muere el tirano, todos se alegran. Por eso es la persona más desdichada. Sí, Theodoros es el arquetipo del tirano. Un hombre que pisa cadáveres para llegar a lo más alto y acaba siendo víctima de su propia ambición. Desde este punto de vista, creo que es un libro actual porque la tiranía está creciendo en el mundo. Los chicos malos están volviéndose más arrogantes, de forma que el libro también es una advertencia.

—¿Se refiere a alguien en particular? ¿Donald Trump, tal vez?

—Eso es lo que quería decir. Probablemente el ganador de las recientes elecciones norteamericanas se cree un rey, pero de hecho es un tirano.

—¿Deberíamos sentir compasión por los tiranos? Si acaban tan solos...

—De Gabriel García Márquez hemos aprendido más cosas. En El otoño del patriarca, una de sus mejores obras, dice una cosa esencial, no tenemos que odiar a los tiranos, tenemos que sentir pena por ellos, porque son unos monstruos, unos seres humanos fracasados. Mis arcángeles narradores intentan llevar a Theodoros por el buen camino, pero esto choca con su carácter férreo, con su ambición loca, que más que ambición es soberbia. Cuanto más asciende, más bajo cae.

—¿Estamos más protegidos en Europa de los tiranos?

—Yo no soy un eurocentrista, pero amo profundamente a Europa y creo que es la mejor parte de la humanidad hoy en día. Es la mejor conservadora de las tradiciones culturales desde hace 3.000 años, pero, por desgracia, está atravesando una época oscura, sombría. En primer lugar, tiene adversarios internos, la extrema derecha. Y hay adversarios externos extremadamente poderosos, por ejemplo, Rusia. Con la nueva situación de Estados Unidos, hay todavía más adversarios. Así que Europa tiene que hacer esfuerzos por protegerse sola, crecer económicamente, incluso militarmente para poder resistir las presiones que llegan por todas partes. La parte negativa es que el armamento de Europa no es necesariamente algo positivo, cuando luchas con monstruos tú mismo te conviertes en un monstruo. No soy politólogo ni historiador, no puedo encontrar la solución a este problema. Solo podemos intentar ser optimistas, no hay otro camino.

—¿Ha escrito un libro optimista o pesimista?

Theodoros es el libro más optimista de todos los que he escrito. Es un libro lleno de luz, un libro que evita juzgar, un libro para causar el deleite de los lectores.

—¿Es su mejor libro?

—Pregunta a una madre cuál es el hijo más guapo, la vas a poner en un aprieto. Amo a todos mis libros por igual.

—¿Los jóvenes leen menos ahora?

—Nunca leyó todo el mundo, y antes no existían redes sociales ni videojuegos. Si se hiciera una foto a esta sala, pensé en Santiago [se refiere a la presentación que hizo allí en una librería], se comprobaría que es absolutamente falso que la gente joven no lee. Estoy satisfecho con la gente que lee, significa que el hábito de leer no ha caído, y eso es lo más importante.

—¿Es gafe que le pregunten siempre por cuándo llegará el Nobel?

—Mario Vargas Llosa tenía un dicho. Decía que se debería escribir sobre el premio como en las cajetillas de tabaco: «El Nobel daña gravemente el destino».

—¿Poeta o narrador?

—Soy un narrador poeta. Al principio fui poeta y esto me ayudó enormemente en la escritura de la prosa, la hizo más elevada, compleja y espero que más agradable.

—Le gusta García Márquez. ¿Sabe que sospechaba que su abuela Tranquilina era descendiente de gallegos?

—Después de ver la catedral de Santiago, no me cabe ninguna duda.