La actualidad nos arrolla, como las lluvias, que arroyan todo. Dice Dombodán, el personaje de Manuel Rivas, que la lluvia es lo más salvaje que hay. Él también está de actualidad con ese premio tan merecido que consigue olas de aplausos unánimes. Posee su propio idioma, y, sin embargo, cuando lo leemos todos estamos allí, bailando con sus palabras. Alcanza lo único y lo universal y jamás se aleja de lo importante, que nunca es la gloria.
Pero llueve y a veces las lluvias nos convierten en cauce sin previo aviso. Volverse agua podría sonar bien, si no fuera por el lodo y la destrucción, que incluye el estupor y la muerte. Lo peor, además del sudario de barro de los cuerpos, es la sensación de incerteza, de inseguridad, de ser una brizna de hierba a merced del viento. La naturaleza siempre gana, sobre todo cuando la ponemos al límite. La temperatura del mar es más alta y al evaporarse y encontrarse con el agua que está allá arriba, que viene fría, chocan y se forma la tormenta perfecta, una que se rearma enseguida para volver más fuerte. Eso dicen los meteorólogos, que advirtieron que algo importante iba a pasar, pero, por algún motivo, el advenimiento del fin del mundo siempre pasa desapercibido y el cambio climático es una cosa de extremistas.
Mientras los ríos se desbordaban, yo me ponía los tacones para ir a una fiesta. Tan altos que hacían de zancos para cruzar los charcos. Los libreros seremos pobres —me imagino que no todos—, pero comemos los mejores canapés de España. La editorial Planeta, que celebra sus setenta y cinco años con muchas ganas de vivir, nos invitó a una presentación de los Premios Planeta 2024, ya convertidos en libro. En la Real Fábrica de Tapices. Paloma Sánchez-Garnica e Isabel Serrano nos hablaron de sus novelas. La más joven, periodista, mencionó la precariedad, que se le ha ido de un plumazo con esta elección. Su ilusión era contagiosa, burbujeante. Me hubiese gustado saludarla durante el cóctel, pero cuando se acercó al grupo del noroeste, yo tenía la boca llena de salmón marinado. No importa, llevo en el bolso su Fuego en la garganta. Ya les contaré, si la lluvia me deja.