El heredero del legado de Elena Quiroga: «Destruyó su última novela, pero guardé unas páginas sin que se diese cuenta»

FUGAS

Elena Quiroga en dos fotografías cedidas por su sobrina nieta Montse para este reportaje, junto a las portadas de dos de sus obras recientemente editadas: «Tristura», en Bamba Editorial, y «Presente profundo» (Ediciones 98).
Elena Quiroga en dos fotografías cedidas por su sobrina nieta Montse para este reportaje, junto a las portadas de dos de sus obras recientemente editadas: «Tristura», en Bamba Editorial, y «Presente profundo» (Ediciones 98). Archivo de la familia Quiroga

«Era muy suya. Tuvo un gemelo que llegó a ser mayor que ella», cuenta la sobrina nieta de una autora centenaria, la segunda mujer en ocupar un sillón en la RAE, que ha recuperado la editorial Bamba. «Nació en Santander, pero era voluntariamente gallega», afirma su sobrino Carlos Sánchez de Boado

23 ene 2023 . Actualizado a las 17:26 h.

La operación Elena Quiroga, que ha puesto en marcha con entusiasmo y mimo literario el recién nacido sello Bamba, no es para aquellos que ruedan veloces a través de las páginas y llegan al final del libro derrapando, como no es la de Elena Quiroga (Santander, 1921-A Coruña, 1995) «literatura para leer en el metro». Así lo advierte su sobrino, el diplomático Carlos Sánchez de Boado y de la Válgoma, para quien la autora de Viento del Nortela primera novelista y segunda mujer en ocupar un sillón en la Real Academia Española fue una suerte de madre.

«Él es el heredero de su legado, con el que, según me contó Montse (sobrina de Elena por la rama Quiroga), ella se volcó mucho al no tener hijos», revela a La Voz Raquel Bada, directora de Bamba. Autora discreta, poco amiga de la prensa, hoy podrán encontrar, a lo sumo, «cinco fotografías suyas en Google», un vacío que en este reportaje rellena la generosidad de su sobrina Montse Pujol, que recuerda a la escritora gracias en buena parte al relato que tapizan los recuerdos sueltos de su madre.

Viento del Norte, que dio a Elena Quiroga el premio Nadal en el 50, año que se casó con el historiador Dalmiro de la Válgoma, es su obra más citada, que no se lleva el viento de los años, pero dicen quienes la conocieron de cerca que no era de la que se sentía más orgullosa. «Con el tiempo, mi tía fue perfeccionando su estilo, sus intereses, matizando las cosas. Tristura [con la que Bamba comenzó el rescate de esta centenaria muy contemporánea] es una novela casi desconocida. Pero el hecho de que quieran recuperarla a los cien años del nacimiento tiene algo que decir», observa Carlos Sánchez.

¿Fue una autora olvidada, quedó a la sombra de otros o más al descuido del tiempo? «Fue olvidada, pero no por culpa de nadie. Quizá solo por una falta de ambición por su parte en ser conocido. No era como otros que se peleaban por salir en primera página ni en un programa de televisión. Ella quería que se hablase de su obra, no de su vida privada, a la que no dejaba acceder con facilidad. Y eso no la benefició comercialmente», piensa su sobrino. «Muy sincera, muy leal a sí misma y a su trabajo» la dibuja él, que revela que su última novela iba a llevar por título Grandes soledades. «La destruyó, la destruyó no una, sino varias veces. Yo conseguí guardar unas páginas sin que se diese cuenta. Las destruía, como destruía fotografías suyas y de mi tío. Ella era muy así», revela.

La mirada de un árbol

«Elena Quiroga, aunque nació y vivió parte de su vida en Santander, era intensa y voluntariamente gallega», según el heredero de su legado, voluntad que destacan la editora Raquel Bada y Montse Pujol, que se dio cuenta a través de Instagram de este rescate de una singular novelista, exuberante y sutil como un jardín secreto, que abre al lector de hoy la posibilidad de un lecer antiguo, un modo de mirar a través del lenguaje que agujerea el frenesí helado de los tiempos. Galicia fue un nido fabuloso para Elena, «amiga de Torrente Ballester. Eran los dos autores que escribían, en castellano, más centrados en Galicia», advierte su sobrino y heredero. La sangre, historia de cuatro generaciones contada por un árbol, motivó la comparación por parte de Darío Villanueva, exdirector de la RAE, de la singularidad de la Quiroga, «una escritora sin lastres», con la de Virginia Woolf en Flush. El crítico palió ya hace años, en el 2011, el olvido de Elena Quiroga recopilando en Biblioteca Castro parte de la novelística de esta autora que rompió el molde literario de los 50. Sus hechuras eran propias.

¿Procede la comparación con Emilia Pardo Bazán? Sí, por su procedencia, admite el heredero de su legado, o por esa prosa naturalista empapada de Galicia y su profundización psicológica, aunque «sus personajes eran distintos y su enfoque y sus técnicas también». ¿Coincidía con la condesa en su gusto por la moda? «No -despeja Carlos Sánchez-. Por el vestir mi tía no se preocupaba en exceso». 

«Hay que tener en cuenta su vida —repone Montse Pujol, que la conoció siendo niña—. Un punto de su vida hay en los libros. Era de una familia de 11 hermanos (no los 18 que se está diciendo) y tenía un gemelo. El gemelo con los años fue mayor que ella». Elena solía jugar a ocultar su edad, explica. «Mi bisabuelo, el padre de Elena, se quedó viudo con muchos hijos. Su madre murió en un parto. Elena y Carmen [la abuela de Montse] fueron a un internado. Eso a Elena la marcó, como los veranos en la Casa Grande de Viloira». Como una persona con charme recuerda Montse a su tía abuela, que «cuando llegaba de Madrid a La Coruña era el centro de atención».

«Mi madre dice que era muy novelera, muy fabuladora», condensa. Entre sus recuerdos, esta anécdota: «Un día, mi madre la llamó por teléfono. Preguntó: '¿Está la señora?'. 'La señora no se encuentra'. Mi madre le pilló la voz, dijo: 'Tía, soy Elena, tu sobrina...'. Y ella: '¡Ay, Elenita, es que me llama tanta gente...!'. Elena Quiroga era muy ella». Su obra respalda esta sentencia. Su biógrafa Phillis Zatlin apunta que experimentó con técnicas narrativas «muy por delante de lo que se hacían en España», que no supo entender la crítica de su tiempo. «Algunas de las tesis que tengo en casa, que tengo intención de donar a la Biblioteca Nacional, sostienen lo mismo. Dominaba muy bien el idioma, pero era muy difícil compararla con otros autores. Tenía una manera peculiar de ver la realidad. Pero ella no tenía especial interés tampoco en explicar lo que escribía. El hecho de no prodigarse con los medios impidió que fuese más popular», explica su sobrino, que advierte que hoy es inencontrable la primera novela de la autora, La soledad sonora (1949). Habrá que buscar su voz en otras...

Estremece ese arranque, «Algún día escribí libertad», de Escribo tu nombre, que conviene reeditar, en la que Phyllis Zatlin distingue la obra de la literatura hispánica moderna que mejor refleja la paralela experiencia femenina.

Hoy vuelve a abrirse la puerta a ese frondoso jardín de un pazo, donde el lenguaje es un columpio que nos lleva lejos.

Para conocerla, hay que leerla, irse adentrando en su voz entre plataneros y setos de boj, oyendo cómo se escapa el río de la infancia y llega el ciclón de las cuestiones adultas. Al modo en que se tiende uno en las Sonatas de Valle para saborear el ardiente sopor del marqués de Bradomín. «Con la lluvia cayendo mansamente, oyendo el ruido de la cancela. Los libros de Elena Quiroga te meten en el ambiente. Por eso, digo que sus novelas no se pueden leer en el metro. A veces te cuesta leerlas, pero disfrutas con el idioma, con el mundo que recrea». Harían falta para afrontar con placer y solvencia la operación Quiroga unas vacaciones de las antiguas... Y descubriríamos en esas novelas algo muy contemporáneo, todavía no resuelto. 

Hay niñas que se hacen las dormidas... y escriben cuando los demás duermen.

Raquel Bada, conductora de la editorial Bamba, que toma su nombre de la expresión «caballito de Bamba», utilizada en los sesenta para calificar algo que carecía de importancia.
Raquel Bada, conductora de la editorial Bamba, que toma su nombre de la expresión «caballito de Bamba», utilizada en los sesenta para calificar algo que carecía de importancia.

Raquel Bada, editora: «'Tristura' fue la única novela de la que casi se atrevió a decir que era autobiográfica»

«Tenemos la idea de hacer una presentación en breve en A Coruña», anuncia Raquel Bada, directora de Bamba, sello entregado a las voces de mujeres de ayer y hoy de gran calidad literaria que se estrenó con el rescate de Tristura. «Hemos adelantado la salida de Viento del Norte y vamos a sacar la segunda edición de Tristura», detalla la editora de Quiroga. «'Mi matria es Santander, y mi patria, Coruña', decía siempre Elena, pero Galicia la marcó más. Elena Quiroga es una autora muy poética que hace denuncia social con frases como dagas». ¿Cómo pudo publicar eso en aquella a época?, se pregunta. «Tristura fue la única novela de la que se atrevió a decir que era casi autobiográfica. Elena fue muy desobediente de su época. Era desobediente e independiente, hija de un padre que quedó viudo con 11 hijos y no sabía qué hacer con ellos... El reflejo de esa niña está en Tadea, en esa Tristura», afirma Raquel Bada. En Tadea, la protagonista de 9 años de esta novela que nos invita a un viaje redondo al final de la infancia en la novela, vemos a Elena Quiroga y los muros que derriba con esa «soledad sonora» capaz de crear la palabra escrita. «En Tadea podemos ver a esa niña que no duerme, que se plantea cosas, que quiere escribir. Teníamos también Viento del Norte para reeditar, pero queríamos empezar por Tristura porque aquí veíamos más su voz, veíamos sus conflictos; la veíamos más a ella. En este libro, vemos ese hilo original de pensamiento que tenía», expone la editora de Bamba.

Sucede con varias escritoras de las grandes, ¿por qué nos seducen hoy más libros suyos que quedaron en los márgenes que los que fueron encumbrados en un determinado momento? La Pardo Bazán de Encaje roto o Insolación, La Laforet de La mujer nueva, la Tristura o La enferma de Elena Quiroga... ¿Es una evidencia de que fueron por delante, escribiendo a los lectores del futuro? «Tengo entendido que Elena tenía algún amigo en el comité de censura, y que por eso podía, de alguna forma, colar determinadas cosas... -concluye la editora- Así lo dejó en un testimonio que recogió el diario El País hace años, antes de su fallecimiento».

El nombre de esta editorial, al rescate de Elena Quiroga, procede de la expresión «caballito de Bamba», «expresión utilizada en los sesenta para calificar aquellas cosas que no tienen importancia». ¿Bamba quiere revelar la importancia que no se dio a ciertas joyas narrativas años atrás? «Exacto. Empezamos Bamba como una revista digital en el 2019. ¿Por qué no nos ponemos a buscar obras de mujeres que están descatalogadas o no tienen esa importancia que se le ha dado a otras?, pensamos. Y empezamos en el abril del 2020 a gestionarlo, ¡pero el parto ha sido hace poco!».

¿Por qué empezar con Elena Quiroga? «Yo conocía Viento del Norte desde niña, porque mis padres son de Santander -revela Raquel Bada-, pero, cuando empecé a buscar a autoras, vi que la obra de Quiroga no estaba reeditada. Está esta conexión personal de que el libro lo tenía y lo había leído. Me hace ilusión reeditar a una escritora que tenían mis abuelos. Me hacía ilusión empezar con ella. Descubrí que era la agencia Carmen Balcells la que gestionaba su legado, me puse en contacto y respondieron: 'Esta autora no está reeditada, ¿cómo es posible? Merece estar'. Y sentimos entonces la necesidad de hacer una operación Quiroga. Queremos que Elena Quiroga sea leída por la gente de hoy, no solo por quienes ya la conocen».