Nadie puede huir del lugar que le corresponde

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Núria Bendicho Giró ofrece en «Tierras muertas» una primera novela con envergadura adulta

02 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Núria Bendicho Giró (Barcelona, 1995) tiene 27 años y da clases de griego y latín en una academia, pero bien podría haber nacido un siglo atrás y ser vigilante nocturna en una central eléctrica de Misisipi como aquella en la que aprovechando el silencio y el desamparo de la madrugada Faulkner escribió Mientras agonizo. No parece ella de esta época, en las antípodas de sus contemporáneas; en las hechuras de su escritura se adivina la Rodoreda que se ventilaba de niña, única en casa que abría un libro. Sobre el papel le ha dado por desatascar la tradición más opaca y funesta, por un neorrealismo que nada tiene que ver con la urbanita que rompe con su rutina y se va al campo, por contar una historia con raíces gordas y retorcidas que —salvando las distancias— recuerda al mejor caballero sureño y a la Solitud de Víctor Catalá, seudónimo de esa señora que fue Caterina Albert.

Tierras muertas es una primera novela con envergadura adulta —se intuye que de tanto leído— que revuelve las entrañas; opresiva, hostil y violenta, de la que por muchas razones el lector no sale indiferente. Hay, sin embargo, una aplastante: pone negro sobre blanco esa verdad como un templo que es que nadie puede huir del lugar del que viene, del sitio que le corresponde, y que no hay más alternativa que hacer frente a quienes somos, quienes siempre hemos sido.

Editado por Sajalín, este texto de apenas 180 páginas se estructura en 13 monólogos en primera persona que dan voz a 13 personajes distintos. A través de sus relatos, de sus distintos puntos de vista, la autora va armando un suceso que da cuerda a toda la narración: el asesinato de uno de los hijos de los Capdevila, una familia hermética y maldita, árida como la tierra que habitan —sucia la masía y sus alrededores, impregnados de estiércol—, de piel tosca y casi animal, primitiva, con capacidad de entendimiento nula y asfixiada por sus propias obsesiones. La historia arranca conducida por el «niño», y ya en la primera página el lector se topa de bruces con un tiro de escopeta que acaba por la espalda con la vida del hijo que vuelve a casa después de tres años de ausencia. La tragedia —entenderá pronto el que lee— no es una; son muchas, ambiguas e inmundas. ¿Podemos deshacernos de lo que llevamos a cuestas, renegar de la infancia que da forma al mundo en el que crecemos y creemos, olvidar del todo un momento al que hemos asistido?

Sabe Bendicho que en este mundo hay mucho monstruo, que la violencia llama a la violencia y que sin corazón, nada puede romperse. Su debut no es una lectura cómoda, pero quién puede dejar de pasar páginas, borrar de la cabeza esa escudella hirviendo a fuego lento. Qué le pasó a Joan. Qué vio. Qué es lo que sabía.

«Tierras muertas»

Núria Bendicho Giró

EDITORIAL Sajalín PÁGINAS 174 PRECIO 18