No se le puede llamar intuición a esto que le sucede a Alma Delia. Tiene que ser otra cosa, algo más. Intuición es saber que esa calle por la que te has metido queriendo atajar te va a traer algún que otro susto o que el nuevo amigo de tu hermana es algo más que un amigo. Pero que la autora mexicana se despertase un día con la terrible sensación de que su padre estaba a punto de morir no es intuición, es casi un don.
Aun así, no espere encontrar en La cabeza de mi padre (solo en formato e-book en España) una historia de ciencia ficción. Esa corazonada le sirve a la autora de excusa para hablar de algo muy real: la ausencia, el sentimiento de orfandad, la ira y el lastre de una familia marcada por el abandono de su padre. Su propia familia.
«ROAD TRIP» AL CENTRO DEL RECUERDO
Alguien —no recuerda bien si su madre o un hermano— decidió un día arrancarle la cabeza a su padre en las fotografías familiares. Fue después de que Porfirio Murillo, un hombre atormentado por los devenires familiares y el alcoholismo, pusiese tierra de por medio entre él y sus ocho hijos. Tú me abandonas, yo te arranco de la historia.
Así que Alma, que era solo una niña cuando aquello sucedió, confiesa no tener recuerdos ni tampoco registros de la cara de su progenitor. Y es algo relevante porque tras la premonición de que la muerte de su padre estaba cerca, la escritora no puede hacer otra cosa que subirse a una camioneta e ir en su búsqueda.
Así comienza la aventura de Alma Delia, un road trip por el México rural para volver a ponerle cara al padre decapitado.
Parece que uno no puede hacer un viaje tan importante como ese sin antes hacer el mismo camino hacia sus adentros «porque, si cortar una cabeza es difícil, ponerla de regreso en su sitio es una proeza interior agotadora», asegura la escritora. Por eso el mismo viaje por carretera que le acerca cada vez más a Porfirio le aproxima también a todos los momentos en los que notó su ausencia a lo largo de los años: la silla vacía en la presentación de un libro, la casilla «nombre del padre» siempre en blanco o todas esas veces que tuvo que responder con un «no, yo papá no tengo».
Es ahí, en los capítulos que dedica al recuerdo, donde Delia despliega su mejor versión, la más reflexiva y la que nos deja entrever que la mirada de la escritora es sensible y muy honesta. A veces su estilo es muy directo, y otras, más complejo e intenso, pero Alma no coloca una palabra fuera de su sitio.
La voz colectiva que hay detrás
Aunque pueda parecer una historia muy personal, la de la propia escritora reencontrándose con su pasado, Delia la conecta con la de multitud de familias mexicanas —doce millones, nos cuenta— que crecieron huérfanas de padre. «Al menos en este país son los hombres quienes abortan masivamente [...], legiones de padres renuncian a millones de hijos y no tuvieron que promover ninguna ley ni arriesgar el cuerpo en una clínica insalubre, nada. Abdico de todo cuidado paternal».
Es también fácil encontrarse en la novela aunque uno nunca le haya tenido miedo al 19 de marzo. Las vivencias que se entrelazan con la búsqueda del padre navegan por el mar de abusos, injusticia social, pobreza y desigualdad a las que Delia tuvo que hacer frente durante su vida y en las que muchos han nadado también. Trabajos precarios, números rojos a final de mes y las ganas de encontrar propósito en un mundo que solo devuelve reveses.
Y si ahí tampoco encuentra su lugar, sepa que al final esta es una historia sobre el amor. Sobre los sacrificios que se hacen por la familia. Sobre la compasión y el deseo de pertenecer a algo. «Yo solo quiero querer y que me quieran, esa es mi verdad más honda», dice Alma. Bien visto, es la de todos.
«La cabeza de mi padre»
Alma Delia Murillo
EDITORIAL Alfaguara PÁGINAS 216 PRECIO 11,40