—Sí, esas cosas no cambian.
—¿Se sienten hijos de la Velvet?
—Bastante [risas]. Andamos por esas coordenadas y te cuesta salir de ellas. A veces te encuentras incluso un poco esclavizado de ellas porque a veces te planteas que podías escribir de otras cosas pero no las ves parte del grupo.
—¿Ahora que hay una generación de bandas revisando la tradición, como se ven ustedes apostando por su sonido?
—Sí, está cambiando. De alguna manera eso se ha puesto de moda. Ahora mismo, si sacase un disco recurriendo a nuestras raíces navarras o euskaldunes y le hiciera guiños a la jota, me sentiría ridículo. Mis raíces son anglosajonas, el rock y del pop. E igual que en la Ilustración los valores se convirtieron en internacionales, yo creo que esos sonidos también son así. Lo que mamé de crío donde me cultivé y donde desarrollé mi cultura. Pasarme ahora a otra cosa me parecería impostado, pero me parece genial que lo haga la gente. Tenemos a Rodrigo Cuevas, que me parece tremendo, tanto su trabajo de investigación como su propuesta artística. Otros ya me parecen más oportunistas.