Kazuo Ishiguro nos cuenta un cuento oscuro

FUGAS

XOÁN A. SOLER

21 may 2021 . Actualizado a las 21:45 h.

Dice el nobel Kazuo Ishiguro que cuando empezó a escribir su último libro pretendía hacer un cuento infantil, pero que se lo dio a leer a su hija, que tiene 29 años, y esta le dijo que iba a traumatizar a los niños. De ahí salió Klara y el sol, una historia futurista, pero de un futuro muy cercano, que se centra en la relación entre una adolescente y su amiga robot Klara. Sin embargo, al leerla da la impresión, aunque esto es rigurosamente falso, de que Ian McEwan e Ishiguro se hubieran ido a tomar unas cañas en el pub de la esquina y entre sorbo y sorbo hubieran debatido su visión de nuestro futuro como humanidad. Aquella conversación podría haber sido el germen de dos magníficas novelas. Y aunque la realidad es que el premio Nobel asegura que ni siquiera ha leído el libro de McEwan Máquinas como yo, los dos han coincidido en plantearnos un mundo en el que la inteligencia artificial, la mejora genética y la biotecnología han conseguido tales progresos que son capaces de recrear al ser humano, o casi. Y en este casi es donde Ishiguro nos lleva, a través de la visión y el lenguaje naíf de una joven robot recién lanzada al mundo, a la reflexión de qué es lo que hace a un ser ser humano. Nos invita a bucear en la esencia y a plantearnos la existencia del alma, de la llama espiritual. Y por supuesto lo hace con genial sencillez.

La avidez del capitalismo, la sustitución de los trabajadores menos productivos, el acceso restringido a la educación son las caras oscuras de este mundo complejo que Ishiguro nos muestra en este cuento inquietante en el que también hay espacio para la luz y para la esperanza. Una historia que va creciendo a medida que pasas las páginas y que se vuelve excepcional en su último tramo. Un cuento muy adecuado para estos adultos de pospandemia que afrontamos el presente entre la aprensión y el optimismo y tratamos de averiguar el futuro leyéndolo en los libros.