Karmele Jaio: «Es más interesante lo que dejamos sin decir que lo dicho»

FUGAS

JON HERNAEZ

La escritora nos habla de «Las manos de mi madre», que ahora se reedita, «una fotografía de nuestra manera de vivir en el alambre»

10 abr 2021 . Actualizado a las 22:21 h.

Han pasado quince años desde que salió de la imprenta por primera vez Las manos de mi madre. Treinta ediciones después, y hasta con una versión para el cine en euskera a sus espaldas, la obra vuelve a las librerías en formato de bolsillo. Preguntamos a su autora Karmele Jaio cómo ha envejecido esta preciosa historia de madres e hijas. «Han pasado años, pero creo que la realidad que se describe de una mujer a la que se le ha complicado la vida ante la imposibilidad de cuidar a su madre que ha caído enferma, cuando ya antes tenía complicado cuidar a su hija y compaginar ese cuidado con su trabajo, sigue siendo muy actual. Las manos de mi madre es una fotografía de nuestra manera de vivir en el alambre, sin poder llegar a todo, en una sociedad en el que el cuidado de las personas no tiene la centralidad ni la valoración que merece. Un mundo que deja los cuidados mayormente en manos de mujeres, que desarrollan estos trabajos bien de manera gratuita o inmersas en un mercado precario. El mundo estos años ha cambiado, pero no tanto. Seguimos teniendo un problema estructural de cuidados al que no podemos dar la espalda. Es necesario poner el cuidado en el centro y es necesario un reparto de las tareas de cuidados entre toda la sociedad», asegura.

-Con la pandemia, los cuidados de los mayores han sido motivo de controversia.

­-Creo que el de los cuidados es uno de los grandes retos de esta sociedad. Tenemos que tener en cuenta que el cuidado es responsabilidad de toda la sociedad. De hombres y de mujeres, pero también del ámbito privado y del público. Las instituciones han de ser corresponsables, tienen que hacer su parte, pero también la tienen que hacer las empresas, con horarios que permitan conciliar vida personal y familiar, por ejemplo. Necesitamos una sociedad corresponsable en el tema de los cuidados.

­-¿Sigue recayendo la doble jornada (profesional/casa) sobre los hombros de la mujer?

­-Las mujeres siguen soportando aproximadamente el 70 % de las labores de cuidado y del hogar y lo compaginan con sus trabajos fuera de casa, lo que tiene consecuencias directas en su salud, en sus ambiciones profesionales, en su tiempo de ocio… Son penalizadas laboral y socialmente por ello. Muchas acaban dejando el trabajo, otras muchas optan por excedencias o reducciones de jornada para poder hacer frente a los trabajos de cuidado… Y todo esto se acaba pagando. No es fácil que haya mujeres en ámbitos de poder y decisión cuando tienen sobre ellas esa sobrecarga y responsabilidad en los cuidados.

­-El libro, como «La casa del padre», habla de lo que las familias callan.

­-El silencio de las familias es un tema que me interesa mucho. Creo que esos silencios afilados, esos silencios domésticos, a veces contienen más información que las propias palabras. En todo lo que escribo aparecen los silencios, me interesan mucho las palabras no dichas, porque creo que siempre es más interesante lo que dejamos sin decir que lo que decimos. Ese mundo interior que no llega a expresarse es el auténtico germen de casi todas mis obras. ­

­-«Las manos de mi madre» ha tenido ya su versión para el cine.

-Para mí fue muy interesante comprobar cómo se ve la obra que yo escribí desde la mirada de otra creadora, la directora de la película, Mireia Gabilondo. Desde el principio fui consciente de que se trataba de otra obra, y así ha sido el resultado, que es fiel al espíritu de la novela, pero que tiene su propia personalidad. Yo lo viví como un regalo.

­-Poemas, relatos, novelas... tocas todos los palos.

-Yo siempre me he sentido, sobre todo, cuentista. Como lectora, también mis escritoras y escritores favoritos son cuentistas como Alice Munro, Dorothy Parker, Raymond Carver, John Cheever o Julio Cortázar, por citar algunos. Es verdad que La casa del padre es ya mi tercera novela y ahora me siento un poquito más cerca de la novela, y también disfruto, pero siempre me ha gustado mucho el mundo del cuento, en el que se sugiere más que se muestra, en el que los finales quedan un poco abiertos, en el que no se permiten palabras de adorno…

­-¿En qué estás trabajando?

-Ahora mismo estoy terminando la traducción al castellano de mi último libro de relatos. Espero que esta traducción se publique para fin de año. Y, paralelamente, he empezado también a escribir algo que creo que va a ser una novela.

­-¿Qué estás leyendo? Recomiéndanos algo.

-Estoy disfrutando muchísimo con los Cuentos completos de Lorrie Moore, en Seix Barral. Es enorme esta mujer. Es genial.

Madres como las de antes, mujeres como las de ahora

El roce de la plancha sobre la ropa limpia, el aroma de la sopa, las manos que nos reciben con una caricia al volver del colegio... Karmele Jaio llama a nuestros sentidos (oído, olfato, tacto) para devolvernos esa imagen de las madres de antes, las que regían nuestros mundos infantiles con una sonrisa, casi siempre, y algún reproche («¡levanta la cabeza!»). Pero también sabe acelerarnos el pulso con ese reloj que no para, con esa prisa constante en la que vive la hija. Una mujer de las de ahora, de las que no llega a tiempo para el baño de su pequeña porque el trabajo la reclama y que vive el día a día asomada a un abismo que conocemos.