
La crisis del covid ha puesto contra las cuerdas a una especie reciente, que retrata Jorge Freire en su ensayo «Agitación», un lugar para el sosiego en esta crisis
07 may 2020 . Actualizado a las 17:48 h.El Homo agitatus, nueva especie del orden de los primates al que ha puesto contra las cuerdas la crisis del covid, ha enfrentado, al fin, su mal de la impaciencia, un mal que desnuda con filosofía y humor, y un lenguaje algo quevedesco, Jorge Freire (Madrid, 1985) en el certero ensayo Agitación (Páginas de Espuma). Esta breve pieza, que se presta, en verdad, al bocado ansioso, parte de los Pensamientos de Pascal, de la dificultad del ser para quedarse quieto en su cuarto sin ponerse a hacer nada para huir de sí mismo, y nos lleva a contemplar desde las metáforas mercantiles que manejan nuestra forma de comunicarnos (compro, comparto, me gusta, no me gusta) hasta la anatomía de esta sociedad del cansancio, que ha reventado el virus, la que «toma el tiempo como rehén», activa y productiva, pero sin frutos sabrosos, maduros, significativos. «De lo inmediato no puede brotar la cultura», asegura Jorge Freire, que arrincona esta otra «cultura del malestar» obligándonos a permanecer sentados a lo Pascal. La educación, la «performance política», las fake news, el modelo de consumo llevado al gimnasio y las relaciones afectivas, este tiempo que nos obliga a elegir «entre la información y el conocimiento» (el autor expone la diferencia), el gira-gira de nuestra manera reciente de vivir, ajena a la muerte (al menos hasta el parón) son blanco de la mirada crítica, satírica y cimentada en la filosofía y la literatura, que aguza Freire.
El Homo agitatus es bastante común, «es fácil verlo pastando en el latifundio de la bobería», dice el autor del neologismo altamente expresivo. Incluso, si se pone, si se sienta sin huir del cuarto interior de sus miedos, como lo propicia este estado de alarma, quizá lo verá dentro de usted, como me lo veo yo. Las voces de referencia de este XI Premio Málaga de Ensayo hacen más provechosa su lectura, un lugar para el sosiego, pero no desde la amargura ni el espejismo del autoengaño, sino desde la conciencia de lo que nos empobrece y nos agita.
¿La velocidad, el exceso? Puede ser.