Misia: «Sentía que tenía suerte de estar viva y notaba la presencia de la muerte»

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La cantante portuguesa edita un disco marcado por su experiencia con el cáncer. Se trata de un álbum de una belleza terrible, donde el fado tradicional colisiona con la electricidad

14 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los dos últimos años de la vida de Misia han sido «un vía crucis». Así los describe ella. ¿Qué ocurrió? Superó dos cánceres. «No quise hablar de ello hasta que el trabajo lo hizo necesario», dice. Se refiere a Pura vida (banda sonora), un disco en el que musica las sensaciones polarizadas vividas en este tiempo. «Mis problemas de salud están tan visibles y obvios en este trabajo que sería falso y postizo no unir la parte privada y la pública. Soy una persona completa y la verdad se debe decir, porque esa vida privada ha influido totalmente en el disco que acabo de sacar», explica.

-¿En qué sentido?

-En todo. En mi manera de cantar, en los arreglos y en el tipo de portada elegida, donde llevo una corona de espinas sonriendo. Luego está la guitarra eléctrica, poderosa y amenazadora. El instrumento de viento con el que se abre el disco es como si me insuflara la vida. Todo eso es lo que he vivido. He salido de ahí con más sabiduría y más fuerza.

-Y seguramente con más ganas de vivir.

-Nunca tienes más ganas de vivir que cuando ves la muerte de cerca.

-¿Cantar sobre ello es muy liberador?

-Sí, lo veo ahora. Nunca cancelé un concierto, ni los monólogos teatrales que hago. Tuve la suerte de poderlo hacer. Intenté seguir cantando sin dejar de ser yo misma en ningún momento.

-¿No había ahí un cruce de sensaciones? Pasar por un cáncer y, al mismo tiempo, tener que salir a un escenario a cumplir con su público, ajeno a ello.

-No, no. Yo nunca digo que tengo que cumplir con nadie. Cuando estaba haciendo la quimioterapia no sentía que estaba cumpliendo. Ahí sentía: «¡Uau, fíjate dónde estoy!». Me he quedado en ese estado. Muchas cosas que antes me gustaban ahora me extasían. Una flor en medio del cemento, los pájaros que cantan… Todo es «uauauau». Soy víctima de una fascinación total. En el escenario, más. Sentía que tenía suerte de estar viva y notaba la presencia de la muerte cerca.

-El escenario lo tiene que sublimar.

-Sí, porque además nadie lo sabía. Solo un músico. Viajaba con mascarilla y les decía que estaba constipada o cosas así. Si este disco no hubiera salido así no lo habría dicho. ¿Por qué? Hay tantas personas que tienen esa u otra enfermedad, que lo mío no tiene interés. Solo hablo de ella en relación con mi trabajo.

-Dice en el texto promocional de que el fado no es la música, que es la vida. Así es imposible que no permee en el sonido.

-Claro. A mí lo que me interesa no es ser una buena cantante de fados, ni siquiera el lado interpretativo. El fado es mi instrumento cultural, porque he nacido en Portugal. Con él hablo de la vida. Siempre ha sido así. El fado es un medio. Cantar muy bien y no decir nada no es interesante.

-En el disco choca lo acústico y lo eléctrico de manera muy violenta. ¿Por qué?

-Es la primera vez que se hace: meter guitarra eléctrica en la música de fado tradicional. En ese disco trabajé con la tradición, pero con otra perspectiva. El disco se llama Pura vida, pero también tiene pura música. Le dije al maestro Fabricio Román, que es un gran músico y coproductor del disco, que íbamos a usar la música como notas musicales, no como fado. La guitarra eléctrica tocada de esa manera, sucia y agresiva, significa el miedo y el dolor, la parte negra de la vida. La guitarra portuguesa, con su sonido más etéreo y bello, es el paraíso en contraste.

-En una canción dice haber llorado por todos los hombres que amó y que ahora quería que todos ellos llorasen por usted. Demoledor.

-Esa letra es de Diego Torres da Silva, que hizo cuatro canciones. Es muy importante. Es un tema que tenía en un cajón desde hace 20 años y esperaba una voz.

-¿No es autobiográfica? La interpretación es tan sentida que cuesta imaginar que no haya pasado por eso.

-Muchas personas piensan que es autobiográfica, pero no lo es. Aunque podría serlo perfectamente. Es un poema maravilloso con un arreglo increíble.

-Muestra sus cicatrices. ¿En el escenario va a tener sensaciones intensas?

-Es como una catarsis. Es muy bueno cantar esto. Durante mucho tiempo tuve miedo de decir la palabra cáncer. Me daba miedo hasta nombrarlo. Ahora no.

-¿Siente algo especial con el estreno de este disco que no haya sentido antes?

-Sí, este disco me va a decir si quiero seguir con este tipo de vida o no. Porque la industria ha cambiado mucho y a veces es muy difícil. Yo no soy mainstream. En mi caso, hacer un disco lo considero como un acto poético y de resistencia.

-Permítame que le diga que, después de escucharla, dudo que se vaya a retirar.

-¡Ay, qué lindo! [Risas]. Yo también lo dudo mucho, la verdad.