Yo tampoco recuerdo cómo llegué a casa anoche

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«Lagunas» es una autobiografía escalofriante, la de la periodista Sara Hepola que, para tirar del hilo, recurre a esos singulares puntos ciegos, efectos secundarios del licor en exceso

03 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Leer Lagunas es como recibir un puñetazo directamente en la boca del estómago, sobre todo para los que sabemos por experiencia lo que supone que la noche se funda a negro. «En medio de una escena cae el telón y me deja minutos, en ocasiones horas, a oscuras», explica con precisión Sarah Hepola, nacida en Filadelfia, con estudios superiores y experiencia laboral en, entre otras publicaciones, The New York Times Magazine, New Republic o The Guardian. Cualquiera que la viera en uno de esos momentos, sin embargo, no se daría cuenta de ello: «Simplemente vería a una mujer caminando, sin saber que su memoria acaba de partirse por la mitad». Confiada, charlatana y alegre, «sorprendentemente operativa» a pesar de estar ida. En un implacable ejercicio de sinceridad, Hepola aborda aquí, sin gota de moralina, un problemón transigido, el del alcoholismo tolerado por una sociedad que no solo lo aplaude, sino que también lo alimenta, que no se fía de aquel que, por decisión propia, prefiere prescindir del vermú, la caña, las gotas y el chupito.

Esta autobiografía es una historia escalofriante que, para tirar del hilo, recurre a esos singulares puntos ciegos, efectos secundarios del licor en exceso. «Alcanzado cierto nivel de alcohol en sangre, el cerebro deja de almacenar datos, de generar recuerdos. No se pierde la consciencia, pero lo que pasa es como si nunca hubiese pasado. La grabadora de tu cerebro se apaga». Da igual el esfuerzo que haga al día siguiente el que se ha bebido medio bar. Será incapaz de acordarse de nada.

Tratando de reconstruir todas esas épicas madrugadas en blanco -«Había algo deliciosamente caótico en lanzar la noche al aire y descubrir qué había pasado a la mañana siguiente»- Hepola hace justo lo contrario: desmitifica discreta y cotidianamente su gasolina de toda aventura, su empujón para ser libre, pero también creativa, atractiva y rebelde, divertida y confiada. «La bebida me daba permiso para ser y hacer lo que quisiese». Para destacar, para olvidar. Para sentir. Para dejar de sentir. «Hasta que un día, te caes por las escaleras, miras a tu alrededor y ya no le hace gracia a nadie».

Lagunas no es un libro sobre una adicción. Es un libro sobre una adicción femenina, con todo lo que implica: el precio a pagar no solo por tener sed, sino por tener sed siendo mujer. «Cuando los hombres se emborrachan hacen cosas. Cuando se emborrachan las mujeres se las hacen a ellas».