Drácula ye-ye

JOSÉ LUIS LOSA

FUGAS

27 oct 2017 . Actualizado a las 09:19 h.

Creo que si el mito de Drácula sobrevivió a mi generación -la que se hizo cinéfila en los 70- es una hercúlea prueba de fuego sobre la inmortalidad del conde. Y es que a nosotros, Drácula nos pilló a contrapié. Bela Lugosi llevaba 20 años muerto (y otros 20 conservado en morfina, tan contento en su sarcófago). Christopher Lee (su alternativa dual: Lugosi y Lee eran como Belmonte y Manolete) se puso la capa de la Hammer por última vez en 1973 en Los ritos satánicos de Drácula, con un portero en la sala que nos habría pedido el carné de mayoría de edad.

Así que entre nuestros vampiros coetáneos estuvieron figuras tan pintorescas como el camorrista Jack Palance, que hizo en 1974 una versión en Gran Bretaña que se estrenó directamente en televisión; o el Blacula, divagación delirante de la blaxpoitation que pasaba por defender que los afroamericanos también tenían derecho a un vampiro brother, y que conocería una secuela aún más lisérgica, titulada Grita Blácula, grita.

Tuvo mejor fortuna la parodia Amor al primer mordisco, por la cual George Hamilton obtuvo en 1979 hasta una nominación al Globo de Oro. Pero lo más duro aún no se lo he contado. En plena pretransición, Andrés Pajares alcanzó un hit con su Drácula Ye-ye, cuyo tema musical grabó en single 45 rpm.

Se comprenderá que los que sobrevivimos a todo eso asistiésemos como acontecimiento a la recuperación de la nobleza vampírica en el Drácula de John Badham. Su versión de 1980 adaptaba una pieza teatral que ya interpretaba en los escenarios el gran Frank Langella. Y como némesis se contó con Laurence Olivier como Van Helsing. Aunque ya fuera del contexto de nuestra educación sentimental vampírica, en un balance histórico general, a mí me parezca que Christopher Lee y su corpus en la Hammer están en la cumbre. Y que su Drácula y las mellizas (Twins of Evil) de 1971 sigue siendo una bomba que deja chico al grandilocuente Coppola que ya nos pilló resabiados.