«La suerte solo pasa una vez y hay que saber cogerla»

TEXTO: MARTA LÓPEZ

FUGAS

J.L.Cereijido

La gran dama del teatro español aterriza en Carballo con «Incendios», un desgarrador texto de Wajdi Mouawad en el que comparte la interpretación del personaje principal con Laia Marull

13 oct 2017 . Actualizado a las 05:15 h.

Más de seis decenios lleva la catalana Núria Espert (Hospitalet de Llobregat, 1935) sobre los escenarios. Con un talento desgarrador para la tragedia y una vasta trayectoria como actriz y directora, Espert llega a Carballo en el marco del Festival Internacional Outono de Teatro con Incendios tras haber sido reconocida con el Premio Princesa de Asturias de las Artes en el 2016.

-¿Qué veremos en «Incendios»?

- Es un texto magnífico: trágico, poético y terriblemente bello. Un viaje que comienza con una joven enamorada y embarazada. Laia Marull y yo interpretamos a la protagonista: ella nos muestra sus peripecias hasta los cuarenta y tantos años y yo aparezco ante un tribunal internacional por los derechos humanos, ya con setenta.

-Gran compenetración entre ambas.

-En todo momento se ha tratado de un trabajo conjunto, pues teníamos que encontrar aquello que nos identifica a ambas. Laia es también una magnífica actriz de tragedia, ha sido muy fácil trabajar a su lado.

-Doscientas representaciones con «Incendios», aunque lejos aún de las 2.000 veces que interpretó «Yerma».

-Eso fue algo que no había ocurrido antes y que no creo que vuelva a suceder. Esa cifra monumental, que hasta a mí misma me asusta, se desarrolló a lo largo de quince años. Fue en Argentina, aunque seguimos durante años, hasta terminar en Japón, por lo que la cifra se elevó aún más.

-¿Como se prepara para representar dos mil veces al mismo personaje?

-Yo me imagino que en una comedieta la monotonía llegará antes. En Yerma prácticamente te jugabas la vida en cada función, con lo cual la palabra aburrimiento no tenía lugar. Siempre había una tensión que favorecía muchísimo a la interpretación.

-¿Qué ha significado la figura de Lorca a lo largo de su carrera?

-Le debo muchísimo. Empecé a recitarle cuando apenas era una niña y después ha ido marcando mi carrera de diferentes formas. Le debo muchísimo, y no tengo otra manera de pagarle más que amándolo y representándolo.

-¿Han dejado huella los personajes femeninos que ha interpretado?

 -No lo noto, pero sé que sí. Incendios, por ejemplo, toca unas zonas de dolor que yo creo que no he tocado en ningún otro espectáculo. Es un dolor más profundo, que no atañe tanto a la interpretación como a la vivencia propia. Exige unos sentimientos que no pueden imitarse, que no son los mismos de ayer, ni serán los de mañana.

  -Seis decenios sobre las tablas, y la profesión continúa sorprendiéndola.

-Es un privilegio. Cuando interpreté El Rey Lear en Barcelona, hace ya un par de años, pensé que nada podría parecérsele. ¿Como podría yo seguir en los escenarios tras hacer esa obra, que podría considerarse la cúspide para cualquier actor del mundo? Y, sin embargo, apareció el texto de Incendios y tomé la decisión en apenas cinco minutos. Rompí con mis planes de vacaciones y tranquilidad y me puse a estudiar.

  -Cambió una época de descanso por una gira por una veintena de ciudades.

-Sí. Las giras son durísimas y tienen muchos inconvenientes añadidos: los viajes, las maletas, los hoteles, las almohadas de los hoteles... Pero esta ha sido una felicidad para todos nosotros. Somos un gran equipo, muy necesario para una obra coral en la que todos dependemos de todos, como era el caso.

 «Medea»

-¿Fue «Medea» el detonante que la llevó a abrazar la interpretación?

-Yo creo que ya la había descubierto antes, cuando empecé a trabajar en el teatro Romea de Barcelona. Lo que Medea me enseñó fue que podría encaminar mi carrera hacia la tragedia. Eso no lo sabía ni yo, ni los que me dieron el papel, pues me lo concedieron desesperados, al no tener a nadie más para dárselo. Me venía grande por todas partes, pero el hecho de que saliera bien definió que tipo de actriz iba a ser yo el resto de mi vida.

 -¿Qué camino cree que habría tomado su vida si Elvira Noriega no hubiese enfermado y hubiese interpretado el papel finalmente?

-Probablemente todo hubiera venido mucho más tarde, o quizá no hubiera llegado nunca. Quizá no me habría especializado tanto en un tipo concreto de teatro porque por aquel entonces, como todas las actrices jóvenes, estaba buscando contratos y papeles para salir adelante. Si hubiese logrado el éxito con una comedieta, probablemente hubiese parado mi crecimiento hasta descubrir que podía ser más cosas.

 -Es increíble como una casualidad o infortunio puede marcar el devenir de toda una carrera profesional.

-Me imagino que para la señora fue un momento triste, pero para los productores estoy segura de que fue una catástrofe. Yo en aquel momento tenía un papelito pequeño en Medea, pero también en otras obras al mismo tiempo: Fuenteovejuna y Las mocedades del Cid. Hay que ver como cambió todo, pues al final pasé a tener los roles principales.

-Al final, a los productores no les salió tan mal la jugada.

-Podría verse una similitud con la película Eva al desnudo, en la que le fingen un infortunio a la primera actriz para que una debutante pueda tener su oportunidad. Todos necesitamos que alguien nos muestre su confianza para poder confiar nosotros mismos y saber quienes somos en realidad.

-¿Cuánto hay de suerte y cuánto de sacrificio en su carrera?

-También hay que estar preparado para saber pillar la suerte. Yo creo que solo pasa una vez, pero hay que saber saltar y cogerla, que no siempre es fácil.

-Decía en su día que es una persona tímida e introvertida. ¿Es el teatro su particular punto de fuga?

-Si quitas el teatro, me queda una vida familiar. Muchas ganas de saber y mucha curiosidad por el mundo, eso sí, pero poco más. Soy muy sencilla.

 -¿Que sintió cuando recibió el Premio Princesa de Asturias de las Artes?

 - Fue una sorpresa extraordinaria. Al ser un premio internacional, parecía imposible que le tocase al teatro. ¡Y mucho menos a mí! Era algo inmenso, pues otras mil quinientas personas aspiraban al galardón: gente del teatro inglés, francés, americano... Y entonces, de pronto, salió mi nombre. Siempre se dice ‘yo no me lo esperaba’, pero te prometo que, en este caso, es completamente cierto.

 -Hay quien afirmó, en su día, que el teatro no es una forma de arte.

 -Me parece un pensamiento necio, sería como decir que Picasso es un pintor mediocre.

 -¿Se plantea retirarse?

 -Un actor nunca se lo plantea. Si viene, viene solo. O bien porque fallan las facultades, la memoria, los contratos o el público. Eso es lo que retira a un actor. Eso si, me tomaré un descanso cuando terminemos la gira de Incendios. Me merezco unas Navidades sin trabajar. También hay viajes que nunca he hecho y que me gustaría mucho hacer mientras estoy en este mundo, y no en el siguiente.