El oficio y la voluntad

TEXTO Y FOTOS: VITOR MEJUTO

FUGAS

Kiko Pérez y Carlos Maciá presentan sendas exposiciones individuales en la Fundación Luis Seoane demostrando que la pintura está más viva que nunca gracias a registros renovadores y a nuevas formas de hacer

15 sep 2017 . Actualizado a las 13:45 h.

La pintura tiene que ver con las cosas más sencillas. Enrolarse en esta o en aquella corriente; elegir un tema o un motivo; decidir cómo y sobre qué aplicar la pintura; transitar por las ferreterías hasta dar con el líquido o el aglutinante; probar hasta encontrar el aspecto que debe tener la pincelada o la superficie de la mancha. Todo este conjunto de decisiones son pensamiento y hay una rica experiencia intelectual asociada al sincero acto de mojar una brocha en una espesa solución de pigmento sobre aceite o sobre látex.

Kiko Pérez encontró una manera personal y biográfica de afrontar estos problemas gracias a un viaje al norte. El pantone que habita en su paleta está tomado de la pintura con que los pueblos nórdicos pintan y protegen sus casas. Es una gama austera, poco saturada. Pero rotunda, funcional y escueta como la mentalidad de sus usuarios. La elección, casi fortuita, trajo una inesperada consecuencia: Kiko se trajo el color del norte. La fría luz septentrional.

La naturaleza de su trabajo tiene que ver con una pincela corta, entre el puntillismo y la realidad contemporánea obtenida, píxel a píxel, gracias a un confuso mosaico digital. Así la mancha en Kiko no se construye en el cuadro a la manera tradicional si no por adición de recortes de papel y esta forma de fraccionar el gesto convierte la obra en una construcción. Es inevitable sentir un aroma soviético de vanguardia.

La pegada manual es una constante reivindicación. Kiko Pérez tiene una extraordinaria habilidad manual. Esto puede llegar a ser un obstáculo cuando es mero virtuosismo, pero en el caso de Kiko es una ventaja para que el artista, sin intermediarios, ejecute la obra imaginada. El oficio no suele ser la virtud más valorada en un artista pero ayuda a canalizar el genio. Las manos son más elocuentes cuando las maneja el propio autor que cuando lo hace un asistente. Las manos son la clave.

No está tan lejos de la pintura de Seoane como podría parecer, pero mientras que en Seoane el tema es relevante y atiende a sus inquietudes políticas y aún nacionales, en el caso de Kiko el tema es humilde y está desprovisto de carga. Pero pintar grandes ideas, incorporando rasgos identitarios, no es necesariamente mejor que pintar algo insignificante. Kiko mira por la ventana y la sombra de un árbol, las hojas caídas y varios chicles pegados en la acera son suficientes para construir un cuadro. Mirar y pintar. El desencadenante es misterioso y muchas veces arbitrario. Sin lastres ideológicos. Libre.

Carlos Maciá es un artista capaz de todo. Cuando el espacio arquitectónico le niega las soluciones, Maciá encuentra respuestas, colabora con el error sirviéndose de él. Interviene en los márgenes y sale a flote por su propia fe. Hay algo de aventura y de riesgo. La valentía en el arte, por ser tan infrecuente, es muy de agradecer. En el mural de la entrada Maciá traslada el salvaje grafiti de Sâo Paulo, los pixos con los que los artistas callejeros marcan la ciudad, a un entorno institucional. Trae la calle al museo. Durante 36 horas se enfrentó a una pared de 150 metros cuadrados. Hay que tener muy bien alojada la obra en la cabeza para trasladarla a la pared sin asomo de duda. Maciá se agranda en este tipo de retos. Le ampara su determinación. La obra del claustro, en la que ciega con pintura acrílica los vidrios a través de los que se ve el mar, nos remite a los campos de color del expresionismo abstracto. Es como si Barnett Newman pintase con la paleta de Seoane. Es en realidad un doble homenaje a sus colores y a su biografía: Maciá oculta el mar que añoraba Seoane. Lo opaco y lo traslúcido vibran lujosamente sobre el vidrio. También en los markers se aprecia el suculento rastro de las capas de pintura aunque esta se administre con rotulador. Un entramado de líneas de esmalte va tejiendo una hurdimbre cuyo resultado reclama a gritos su liquidez en los pliegues de la chapa. Maciá siempre es pintor.

GERMAN HAIRCUT. KIKO PÉREZ. A NECESIDADE DA COR. CARLOS MACIÁ. FUNDACIÓN LUIS SEOANE, A CORUÑA. HASTA EL 1.10.2017. COMISARIO. ÁNGEL CALVO ULLOA.