Los grafiteros gallegos que encandilan en la Tate Modern

VIGO LAS MENINAS DE CANIDO CARBALLO FERROL ORDES TEXTO: BEA ABELAIRAS

FUGAS

XOAN CARLOS GIL

La mayoría siguen jugando a esconder su identidad, pero sus trabajos han catapultado su fama, por eso pintan por todo el mundo y cotizan en las galerías

01 oct 2017 . Actualizado a las 05:05 h.

El grafiti ya es un vecino más de muchas calles. Un venidero al que no se mira raro, a pesar de ser bien diferente de todo lo que le rodea. Galicia ya cuenta con varias generaciones de artistas callejeros que llevan años sorprendiendo, tanto que han dado el salto a las mejores galerías o museos y forman parte de la historia del arte que se enseña en prestigiosas universidades. Uno de ellos es el pontevedrés Nano 4814, que expuso en la Tate Modern en el año 2008. Poco después estaba en Pekín y cuenta con obra en galerías de Madrid, donde vive. Cuando regresa a Galicia reivindica sus huellas que resisten en paredes, puertas y vallas.

ANGEL MANSO

Nano estudió en la facultad de Bellas Artes de Pontevedra, al igual que otro artista reconocido, el vigués Pelucas (hermano de otro creador en la misma órbita, Liquen). Todos nacieron en los ochenta y siguen ocultando sus apellidos, aunque sean un referente. Pelucas se ha mudado a México, a veces firma Bubbles o Pilas y otras su trabajo se transforma en esculturas o cerámica con alma de pintada callejera. Cuenta que su arte es el presente y aporta una recomendación que muchos seguidores han plasmado en camisetas: «Compra arte, no cocaína». En una de las escasísimas entrevistas que concedió a un blog aseguraba que sus planes de futuro pasaban por ver «cosas en mi smartphone, Instagram y el fútbol hasta que se me abran los archivos akashicos». Sin embargo, su obra ya la citan críticos como Rafael Schacter en las publicaciones de la University College UK y The World Atlas of Street art and Graffiti de la Universidad de Yale.

El Pit Bull, el grelo

Joseba MP colorea paisajes urbanos que conoce bien y no quiere viajar. Su taller está en Cambre, en una urbanización (A Barcala) que sale en los murales. Como sus amigos, los pit bull de la pandilla o una señora con su típica bata gallega vendiendo grelos tan realista que ya es un símbolo en uno de los accesos de la localidad coruñesa de Ordes. En Ferrol hay otro icono, un muñeco que se atrevió a gritar desde las paredes Ferrol mola en plena crisis, cuando el dato de paro y de exilios laborales era desesperanzador. El muñeco fosforito tiene sus propias camisetas y su autor que sigue pintándolo por sorpresa a escondidas. Aunque es probable que hoy mismo merodee por el barrio ferrolano de Canido, donde este fin de semana hay cumbre de artistas callejeros. Allí su Ferrol Mola convive con otro símbolo contra el abandono: Las Meninas.