El líder de One Direction da la sorpresa con su disco en solitario

FUGAS

Harry Styles debuta con un disco homónimo que lo sitúa como artista versátil, talentoso y a tener en cuenta

10 jun 2017 . Actualizado a las 12:37 h.

Pocos compartimentos de la música pop sufren mayor falta de prestigio que el de las boy-bands de laboratorio. Esos grupos ideados de manera totalmente industrial para el consumo adolescente, como en su día fueron New Kids on The Block, Backstreet Boys o Take That, se suelen tomar como algo menor, circunstancial e indigno de un análisis serio. Todo aunque canciones como Tonight, Everybody o Back For Good tuvieran calidad de sobra para ello. El último gran nombre de este estilo ha sido One Direction, formado en 2010 en el programa The X Factor. En la línea, han obtenido el mismo tratamiento: un enorme cariño juvenil fluyendo en paralelo a esa mirada adulta por encima del hombro. El año pasado la actividad de los británicos se detuvo. Igual que le ocurrió a los anteriores, ahora llegan los pasos en solitario de sus integrantes tras su «separación temporal». La hora de la verdad: o reafirmarme o tirarse al precipicio del olvido que muchos vaticinaron desde el principio.

El primero en dar el paso ha sido el carismático Harry Styles, con su disco homónimo. Ha dejado a más de uno y sus prejuicios boquiabierto. El sencillo elegido para presentan Harry Styles lo dice todo: Sign Of The Times. Baladón a piano que deriva en una bola sonora orquestada, es un tema inapelable. Posee épica, falsetes, oportunos arreglos ambientales, coros grandiosos, sensibilidad a flor de piel y aromas de canción eterna. Como si Elton John y los Radiohead de los noventa decidieran ir de la mano, se trata de la pieza en la que Styles parece querer decir «aquí estoy» de la manera más contundente posible. De ahí que haya elegido como presentación un tema así que, en condiciones normales, respondería más a un segundo o tercer single.

Sobresale en un variadísimo disco. Su listado de canciones no soporta el mismo nivel de excelencia. Pero, en todo caso, se presenta como un trabajo más que correcto. De ocasional aroma setentero, arranca con una pieza acústica de aroma pinkfloydiano (Meet Me In The Hallway), sigue rememorando al Beck más vacilón (Carolina), se enreda en bonitas miniaturas folkies (Sweet Creature), hace paradas por un rock de trazo AOR (Dirty Angel) y termina sorteando paradas rítmicas con un tono recordatorio de Rufus Wainwright (Woman).

Cierto es que el álbum pierde agarre en su segunda mitad y que se queda lejos de ser un disco sobresaliente. Pero su escucha pone de manifiesto que Harry Styles es un compositor de talento, un intérprete más que solvente y una estrella con sitio merecido en la constelación del pop actual. En el mercado ya se ha puesto al lado del omnipresente Ed Sheeran, mientras que, poco a poco, va conquistando a ese público que aún lo contempla con el prejuicio de One Direction.