El monte de San Antón, para la caza y el espíritu

JUAN CARLOS MARTÍNEZ EN EL COCHE DE SAN FERNANDO

FUGAS

16 dic 2016 . Actualizado a las 05:15 h.

Encontrar el monte de San Antón, entre Irixoa y Paderne, es fácil para los paisanos de estas tierras altas, que siguen adjudicándole un halo mágico y santo. Pero no para los urbanitas que volvemos guiados por recuerdos de infancia, de cuando íbamos a esa fina modalidad de caza que es la de la perdiz con perros de muestra. El fallo es darse el paseo en domingo y pasar junto a una batida de jabalí, esa ruda modalidad que ejercen mozos camuflados como si fueran a la guerra de Bosnia, armados con rifles que petan como cañones. Si vas de paseo con un perro oscuro, casi mejor hacerle un chaleco reflectante. O esperar al lunes.

Para llegar a esta ruta, la referencia es la ermita de San Cosme, casi en la cumbre y al borde de la carretera que comunica Paderne e Irixoa. Hay que fijarse bien, porque la capilla da la espalda a la carretera y carece de espadaña, así que puede confundirse con un cortello. Parece mentira que el gótico, el de la catedral de Chartres, comenzara en edificios tan humildes como este. Allí, en el tímpano, dos santos y un porquiño, de cuando estos animales y sus primos salvajes disfrutaban de otro respeto. Es el cerdito de san Antón, compañero del patrón de los animales, protector de estas tierras. A unos metros de la capilla, subiendo al suroeste, un menhir, uno de los pocos que se conservan erectos en Galicia, sirve de poste para una cerca de ganado. Ya no se ven tantos campos de repollos y coliflores, casi listas en estas fechas para la cena de Nochebuena. El paseo es circular: hay tiempo para gozar de unas vistas impresionantes de la ría de Betanzos y para recordar qué bien invernaban aquí las gordas perdices, entre coles, como acostumbrándose a la despensa que el destino les reservaba.