Superhéroe, culto y demócrata

FUGAS

BENITO ORDOÑEZ

Una exposición rastrea la presencia de las grandes obras literarias en «El Capitán Trueno» y destaca la importancia de la arquitectura y la técnica en los tebeos que protagoniza un héroe amante de los libros que burló la censura franquista

18 nov 2016 . Actualizado a las 10:51 h.

«El capitán trueno. tras los pasos del héroe». Círculo de Bellas Artes. Madrid. Hasta el 29-1-17. Martes a domingos, 11.00 a 14.00 y 17.00 a 21.00

Cuando los jóvenes y adultos de mi generación fuimos leyendo Moby Dick, Veinte mil leguas de viaje submarino, La Ilíada, La Odisea, El libro de las maravillas del mundo de Marco Polo y otras joyas literarias pensábamos a veces: «esto me suena». Y tanto. Los grandes argumentos, tramas y personajes de la literatura y la mitología universales estaban presentes en los tebeos de El Capitán Trueno, que ávidamente devorábamos de niños. Las mitologías griega, egipcia o escandinava, la Epopeya de Gilgamesh, la literatura de Verne, Dumas, Scott, Kipling, Poe, Shakespeare, London, Stevenson, Swift, Cervantes, Conrad o Salgari, la tragedia griega, Platón, Las mil y una noches, El cantar de los nibelungos, Beowulf, las crónicas del descubrimiento, desde los diarios de Cristóbal Colón hasta los relatos de Bernal Díaz del Castillo, dejan su huella en estas historietas. Rastrear esas conexiones, las influencias literarias en la obra que crearon un brillante guionista, Víctor Mora, fallecido en agosto, y un genial dibujante, Ambrós, es el principal propósito de la exposición El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe del Círculo de Bellas Artes de Madrid. «Quizá muchos lectores, en su momento párvulos, comprobaran que ya habían visitado, siquiera por un instante, algunos meandros del gran río de la literatura», señala Patxi Lanceros, profesor de Filosofía Política y comisario de la muestra. «Narra de otra forma algo que ya ha sido narrado, lo que no significa que plagie», explica.

Desde la publicación del primer número del mítico tebeo de la editorial Bruguera en 1956 hasta 1968 sus aventuras capturaron la imaginación y los sueños de una generación. Llegó a vender, según algunas fuentes, 350.000 ejemplares a la semana -175.000, dicen otros historiadores- en una época en la que los tebeos, ahora llamados cómics, eran un fenómeno de masas. El número de lectores se multiplicaba porque los cuadernillos pasaban de mano en mano, de hermano a hermano, de amigo a amigo, o incluso los cambiábamos por unos céntimos por otros que no habíamos leído. La serie continuó con sucesivas reediciones y desigual suerte, con diferentes guionistas y dibujantes, hasta hoy mismo.

VIAJAR POR EL MUNDO

La muestra recorre tres universos temáticos, que tuvieron una importancia crucial en la serie, la literatura, la arquitectura y la técnica, “unidos o atravesados por una idea-fuerza de carácter político que se expresa en la protección del débil, la aversión a la tiranía y la lucha por la justicia”, según Lanceros. En el magnífico catálogo de la muestra el comisario escribe de las influencias literarias, José Manuel Sánchez Ron de la tecnología y Juan Calatrava de la arquitectura. En una España muy cerrada a cualquier tipo de influencia exterior, los niños y adolescentes de entonces pudimos viajar por todo el mundo, sin movernos de nuestras casas, y contemplar la Muralla China, las pirámides de Egipto, la Antártida, los templos precolombinos, el Machu Pichu, lejanos desiertos o ciudades subterráneas y conocer multitud de etnias y tribus, reales o imaginarias, y poderosas civilizaciones. Gracias al globo del Mago Morgano, que transporta al héroe y a sus inseparables Goliath y Crispín a los lugares más recónditos, y que Lanceros considera el “quinto personaje” del grupo. En los tebeos aparecen globos aerostáticos, robots o submarinos. Son simpáticos anacronismos que sirven eficazmente al relato. Pero, por encima de todo está el respeto a la ciencia. Tras ser liberado por Trueno, Goliath y Crispín, el Mago Morgano, que más que mago es un gran científico, un Leonardo del siglo XII, le dice a Crispín: “Hijo mío, recuerda siempre esto: ¡la única magia está aquí, en los libros que recogen los conocimientos que el hombre va transmitiéndose a través de los siglos!”.

LUCHA POR LA JUSTICIA

El Capitán Trueno era un “infatigable luchador por la justicia y contra toda forma de abusos y explotación”, asegura Lanceros. En pleno franquismo el personaje ideado por Víctor Mora, un militante comunista que estuvo exiliado en Francia y pasó seis meses en la cárcel por sus actividades políticas, combatía a caudillos, tiranuelos y dictadores por todo el orbe, que a veces eran gordos, bajitos y calvos. Sorprende comprobar cómo en un número publicado en 1962, Trueno llega a un lugar del que la gente huye despavorida y le dice a Crispín que solo puede ser debido a la peste o la guerra y la represión, dos palabras malditas que remitían a la Guerra Civil. Justicia, libertad, solidaridad, lealtad, tolerancia, cosmopolitismo, inconformismo y amistad eran los valores que trasladaban estos tebeos aparentemente inocuos pero con una gran carga política y alejados de la ideología dominante del régimen. “Es un personaje progresista, por no decir subversivo, para la época; un justiciero que se oponía al poder autoritario y brutal, estaba a favor de la democracia y defendía a los débiles “, aseguraba Mora en una entrevista en el 2011.

Círculo de Bellas Artes

Para Lanceros, El Capitán Trueno es “uno de los monumentos de la narrativa española de la segunda mitad del siglo XX, un producto cultural de primera calidad que se puede poner al lado de las mejores obras literarias y cinematográficas, un clásico más en otro formato”. El director del Círculo de Bellas Artes, Juan Barja, es aún más entusiasta: “Es la obra narrativa más importante hecha en España desde 1939”. Estamos ante un producto de calidad, muy bien construido, con personajes excelentemente diseñados, en el que el texto y la imagen se funden con armonía, al servicio del relato.

Mora se separa de la gran tradición de los cómics estadounidenses, de DC y la Marvel, en los que los protagonistas son héroes solitarios (Capitán América, Superman, Spiderman o Batman) y construye un «grupo que funciona a la perfección». Junto a Trueno, Goliath y Crispín destaca la bella Sigrid, valiente, inteligente, con carácter, hija de reyes, muy lejos del prototipo de mujer sumisa que imponía el franquismo. Trueno y su eterna novia viajaban juntos sin estar casados para escándalo de los biempensantes, aunque la censura no permitía que se besaran. Ya en los años 80 aparecen Trueno y Sigrid desnudos en la cama. Mora se tomaba así la revancha.

LECTOR DE PLATÓN

Además, por sus páginas desfila una colección de malvados que “encarnan todas las formas posibles de la ambición, la arbitrariedad, la corrupción, la ferocidad, la explotación o el abuso”, según Lanceros. Un héroe físicamente atractivo y bien definido, firme en la defensa de sus convicciones, un grupo de amigos leales, una prometida atractiva y con rasgos de heroína y una galería de malos perversos. Todos estos elementos ensamblados en interesantes tramas y argumentos que suceden en lugares exóticos fueron la fórmula del éxito. Al entrar en la exposición sorprende una viñeta que muestra a un Trueno distinto a la imagen que se tiene de él. Está leyendo. Porque nuestro héroe además de ser un valiente que combatía a sus enemigos al grito de «¡ Santiago y cierra España!», leía a Platón, citaba a Herodoto y sabía quién era Hipatia.

Mucho tiempo después de su aparición, Mora decidió arrojar algo de luz sobre el misterioso pasado del héroe. En una historieta publicada en 1983, un enigmático ciego que conoce su historia nos revela que nació en “la lejana España... en la costa..., no lejos de una gran barrera montañosa..., en una región donde sopla a veces un endiablado viento del norte”. Trueno estaba destinado a suceder a su padre como señor feudal en la España del siglo XII, pero renuncia a esa “vida parasitaria”, porque no quiere vivir de “la sangre y sudor de los siervos”, y se va a luchar a Las Cruzadas. Lo relevante es que su decisión está motivada por sus lecturas. Un monje le dice a su padre: “¡Nunca debísteis permitir que leyera La República y Las leyes de Platón! ¡Ni tampoco las leyendas del rey Arturo y la Tabla redonda...!”. Como a don Quijote, la lectura -su “pasatiempo favorito”, según una viñeta de 1967- alteró su destino. Al Capitán Trueno muchos niños de los 60 y los 70 le debemos la pasión por la lectura y la defensa irrenunciable de la libertad y la justicia.