Ourense, entre tres ríos

Juan Carlos Martínez EN EL COCHE DE SAN FERNANDO

FUGAS

01 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Elegir destino este primer fin de semana de julio puede ser un rompecabezas, por la oferta disparada de atractivos en las cuatro esquinas de Galicia: están las rapas das bestas en Candaoso y en Sabucedo, la fiesta de la langosta en A Guarda, las patronales de San Pedro en una infinidad de pueblos... Pero esta vez escogemos Ourense, que también está en fiestas y despliega ahora toda su capacidad para deleitar al visitante.

Los que somos de fuera tenemos nuestro punto de aterrizaje habitual en el parque de San Lázaro, un agradable nexo entre la ciudad nueva y la clásica, que se extiende, cómoda para andar, siguiendo el río Barbaña, uno de los tres (con el Miño y el Lonia) que forman la antigua cuna de la urbe. Para conocerla hay que hacer caso al callejero y emprender la marcha por la rúa del Paseo hasta la Plaza Mayor y desde allí, por cualquiera de las calles que cruzan hacia el oeste, bajar a las Burgas y compartir la impresión de misterio que debieron sentir los primeros ourensanos, antes de los romanos, al escaldarse los pies en sus aguas calientes. Las fuentes termales debieron inclinar a aquellos primitivos itinerantes a fundar el núcleo de lo que después, en la Edad Media, sería sede episcopal y nodo comercial, en ambos casos con el vino de aquellas laderas soleadas como sustancia coadyuvante. Seguimos el paseo hasta los jardines del Posío y luego, media vuelta hacia el norte, por las decenas de plazuelas y tabernas que hay de allí a la catedral, hacemos homenaje a los caldos del país y a la tradición, conservada en esta gran ciudad como en ninguna otra de las gallegas.