Y al fin, una novela

Luís Pousa Rodríguez
LUÍS POUSA EL RINCÓN DEL SIBARITA

FUGAS

10 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Richard Parra (Comas, Perú, 1976) lleva en las venas el arte de narrar. Es un novelista duro, que corta las frases y los párrafos de un solo tajo para seguir contando, para engarzar un diálogo, una réplica, un verbo que mantiene los engranajes del relato girando y avanzando. En Los niños muertos (Demipage) asistimos a ese milagro de la novela genuina, sin alardes gratuitos. Desde el primer golpe de escritura, el lector se deja arrastrar por las desventuras de unos personajes cosidos a navajazos por la vida. Y con ellos, con el pequeño Daniel y los otros seres desamparados que lo acompañan a su paso por este mundo, saltamos entre la periferia de Lima y un pueblo del interior de Perú, y deambulamos entre dos épocas de una misma y desolada familia.

Los niños muertos recuerda al primer y mejor Vargas Llosa, al de La casa verde y Conversación en La Catedral, que deslumbraba con aquel torrente de voces y personajes irremediables. De hecho, en un guiño agazapado entre las páginas, los parroquianos de esta novela beben en una cantina llamada La Catedral. Nada menos.

La realidad que retrata Parra no es amable. En los aledaños del vertedero junto al que viven Daniel y su familia la dieta habitual es a base de pobreza, violencia, y muerte. Mucha muerte. Muertes gratuitas y absurdas. Y muertes incomprensibles. De esas que uno jamás puede sacudirse de encima por muchos años que pasen.

Con Los niños muertos, Richard Parra se consagra como un novelista único en la literatura en español. Dotado de una técnica prodigiosa, conduce el relato con una exhibición técnica que, muy lejos de los fuegos artificiales, logra una vez más la maravilla casi perdida de la verosimilitud. Los personajes, sus miserias, sus heroicidades y sus claroscuros son insultantemente auténticos. Hasta la médula.

Tal vez esta sea la mejor novela que he leído en mucho tiempo. Un texto formidable, inmenso en su ambición y su plenitud. Anoten el título. Pero, sobre todo, el nombre de su autor: Richard Parra. Es, afortunadamente, un extraterrestre.

Los niños muertos. Richard Parra. Demipage