El romántico paseo das Aceas, en Sarria

Juan Carlos Martínez EN EL COCHE DE SAN FERNANDO

FUGAS

22 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A Sarria se va a ver muebles, a comprar jamones o a establecer contacto con anticuarios, pero en los últimos tiempos se va, sobre todo, para hacer el Camino. La ciudad creció en el cruce de dos vías importantes: el Camino francés y la ruta entre Monforte y Lugo. Ahora destaca como centro de recepción de peregrinos, por los que vienen de lejos y por los que empiezan a andar desde aquí. 

«Aquí hay buen zapato», dice una compañera de excursión. No solo zapatos: puede decirse que en Sarria florece una industria del pie, que tanto se usa: calzado, parafarmacia, podología, masajes...

Los pies de los sarrianos cuentan con un campo de ejercicio excepcional: el paseo das Aceas, de firme blando. A orillas del río Sarria se ha habilitado una cómoda senda que los vecinos usan a diario. Son cinco kilómetros, ida y vuelta, hasta el molino do Regueiro, pero se puede ir más allá. La ladera está cubierta de bosque autóctono. Se distinguen bien los viejos carballos de los castaños centenarios, porque estos han sido podados durante siglos para aprovechar varas y puntales, y los troncos son mucho más gruesos que las ramas altas. Crecen cientos de fresnos jóvenes con su simetría rigurosa, como antenas de televisión. Bajando la vista, los taludes están plagados de flores: violetas, primaveras y las espectaculares soldaconsoldas, que parecen un diseño de Art Nouveau. A mitad de paseo, un paredón rocoso enfrenta al río algunas cuevas ocultas por helechos enormes. Estas formaciones -roca, agua, vegetación exuberante- se han imitado en jardines románticos de toda Europa. Pero no hay como el original.