Las matemáticas de Dios no son exactas

TAREIXA TABOADA OURENSE

FIRMAS

MIGUEL VILLAR

Recreaciones postmortem de Rocío Verdejo en la galería Marisa Marimón

09 dic 2014 . Actualizado a las 04:00 h.

«No le temo a la muerte, sólo que no me gustaría estar allí cuando suceda», Woody Allen.

La galería Marisa Marimón ha cumplido veinte años como dinamizadora de la cultura en su labor de acercamiento al arte contemporáneo desde una mirada crítica y de vanguardia. Además de su compromiso militante con el arte en estas dos décadas, la galería ha trasladado su espacio expositivo a la calle Benito Vicetto de la ciudad en la que, como exposición inaugural, ha presentado Las matemáticas de Dios no son exactas de Rocío Verdejo, fotografía que marca identidad y alteridad en ese espacio en blanco o estado en el que convive la muerte con la vida de los que rodean al ser que se va y como subyace la impronta afectiva en los que permanecen, en situaciones tan extremas y estereotipadas, dramáticamente irónicas que trasladan el concepto del dolor y el duelo de la pérdida, a la hilarante sordidez morbosa del humor negro.

Erradica los estereotipos afectivos en positivo, deconstruyendo desde lo artificial lo no visible, lo contenido o silenciado por el pudor tradicional del espectro ideológico. Realiza una descontextualización del deseo fuera de los roles familiares revisados como condescendientes grilletes de lo correcto. El fin del amor cuando este se convierte en contrato vitalicio (Un hombre libre). Imágenes impregnadas de un aura fantasmal en las estancias de decoración burguesa como una anticipación estética de la narración, cambiando el estado de las cosas mediante los objetos que dispone como Francesca Woodman, Suzanne Lazy o Ana Mendieta creando una atmósfera inquietante en lo cotidiano, un ambiente perturbador en la intimidad familiar, con tendencia a una cuidada escenografía y sofistificación, ilusión heredera del artista neerlandés Erwin Olaf o Gregory Crewdson y la estilización de Helmut Newton o Guy Bourdin, añadiendo a la imagen la controversia de la tensión dramática: Con sus cenizas, Piedad invertida o Cojín de huesos que recrea la doble sensación estética y trágica. La muerte y el agua como metáfora obsesiva. En Merienda postmortem Rocío traslada la fotografía postmorten del siglo XIX, perpetuación del recuerdo donde el modelo era el propio cadáver, a una instantánea congelada, imagen actual de la alienación contemporánea, su desamor y sus traiciones. La iluminación potencia lo terrible. Volumiza las formas escultóricas con interés por una minuciosa y excelsa decoración ultra barroca, luces anamórficas prerrafaelistas y gusto por la estética de los sesenta en los figurantes, con resabios cinematográficos derivados de la influencia en espacios y personajes del thriller psicológico y la exultante tensión de los filmes claustrofóbicos del maestro David Lynch (Blue Velvet, Twin Peaks) en sus intensas escenografías. La impotencia del hombre ante la muerte, lo onírico, lo absurdo. La anomia y alienación del sujeto contemporáneo. Pictoricismo plástico en los volúmenes de rotundo barroquismo estético y narrativo con un discurso contemporáneo a través de la imagen paracinematográfica con cierta publicidad residual y su función apelativa del lenguaje de una semiología iconográfica que desequilibra el plano emocional de la imagen fragmentada y conceptualmente distante del plano afectivo a través de la interpretación de los códigos visuales que ocultan dramáticos enigmas que son tragedia familiares y deficiencias afectivas, trasladando al espectador a su condición de voyeur. Ciudad de vivos y muertos. La vida es movimiento. Es sustancia. Como duele la no ausencia de los que nos dejan. Cuan indefinible e infinito es aceptar su no presencia. La inercia de un tiempo inmenso y vacío que se para y el silencio, tangible y corpóreo, hueco, como energía en suspensión. Contener el aliento. Apretar los dientes. Espacios dilatados y no lugares que son asépticas habitaciones de hotel, salas de tanatorio, piscinas. En tránsito hacia la transubstanciación.

El carácter escenográfico se subraya con una instalación compuesta por tres lápidas, una urna funeraria, un álbum de fotografías de antepasados difuntos y flores marchitas.

crítica de arte

«Erradica los estereotipos afectivos en positivo, deconstruyendo lo no visible»

«El carácter escenográfico se subraya con tres lápidas y flores marchitas»