Los pies de Lara no paraban. La llevaban hacia delante y hacia atrás, en un baile cuyo ritmo marcaban los nervios. «Estou moi nerviosa, estou», reconocía la niña, cuyos ojos se posaban, con una ansiedad creciente, en la puerta de la biblioteca del colegio Progreso, de Catoira. Al otro lado del panel de madera se oían los acordes de una de las canciones de Prince Alí. La estaban tocando otros alumnos de la escuela municipal de música, de la que también Lara forma parte. A ella le tocaba actuar justo después. «Tocamos unha canción do Xorobado de Notre Dame», aclaraba con la voz trémula la pequeña artista. «Pois eu non estou nervioso», razonaba a su lado un joven saxofonista. «¿E por que ía estalo?», se preguntaba en voz alta. Todas estas conversaciones recorrían el pasillo del colegio, donde los intérpretes llamados a capítulo para celebrar con música el día de Santa Cecilia esperaban la hora de la verdad. La hora de enfrentarse a un público integrado por sus compañeros de clase. Seguramente, los críticos más críticos de todos los críticos.
En Catoira el concierto fue de músicas de cine. De melodías de esas que se hacen famosas gracias a las historias de princesas, monstruos y piratas de la factoría Disney. Cada pieza iba acompañada por una pequeña introducción en la que se ponía a prueba los conocimientos musicales del público. No fueron los niños de Catoira los únicos que disfrutaron de una clase especial con motivo del día de Santa Cecilia, patrona de los músicos. En Cambados, los estudiantes del colegio de Os Salesianos también disfrutaron de un concierto que hizo más llevadero el viernes.
Vilagarcía también se sumó a la celebración del día de la música. Y lo hizo con un concierto a tres bandas. Alumnos del conservatorio, de la escuela de música y del coro de la asociación de padres Atril compartieron ayer por la tarde el escenario del auditorio de Vilagarcía. El programa incluía actuaciones en solitario, de dúos y de tríos. Entre todos, compusieron un recorrido musical que discurre por diversos estilos, por latitudes lejanas, por épocas distintas. Mandan, claro, los nombres de los grandes compositores. Ya saben, esos cuyo genio rebosa en sus obras, que han saltado las barreras del tiempo para convertirse en piezas eternas, de las que siempre conmueven.