Reclama una política adecuada para alargar la estancia de los turistas
21 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Ricardo Rivas Casal
56
Profesión
Azabachero y orfebre
Rincón
La Acibechería, porque llevo buena parte de mi vida aquí y es una rúa concurrida
Ricardo nació hace 56 años en A Choupana, un barrio en el que había unas cuantas casas bajas y poco más. A los catorce años ya manejaba hábilmente las herramientas del taller de su padre, al tiempo que seguía estudios en la Escola de Artes e Oficios Mestre Mateo. Una vez titulado, el taller de azabache le ocupaba desde las 8.30 a las 22.30. Algunos apelaban a la semana inglesa. Y estaba lejos.
Ricardo continúa en el oficio más de cuarenta años después convertido en el único azabachero artesano en la Acibechería, en donde llegó a haber 130 personas entregadas a esta tarea. Pero claro, competir exige compatibilizar la labor artesana con la industrial, en una época en la que ya no se valora tanto la filigrana tradicional ni se hacen encargos como antaño. La gente llega, mira el escaparate y elige. Eso sí, la obsolescencia programada también está en las pulseras en serie, avisa Ricardo.
No obstante, el joyero cree que hay técnicas que no se pueden perder, y no solo las aplica en su taller, sino que proyecta crear una pequeña escuela privada para enseñar la secular artesanía. «Preocúpame moito que a tradición milenaria do acibeche poida desaparecer», confiesa. Hay una veintena de talleres del azabache en Santiago «pero a talla do acibeche como antes so a fago eu». La materia prima, antaño asturiana, le llega habitualmente desde Turquía.
Con las viejas herramientas en la mano, en muchos casos las mismas de la tradición secular, Ricardo diseña con mimo, le da vueltas al magín, busca la belleza y sonríe de oreja a oreja cuando la obra está concluida: «É coma un parto feliz». Precisamente en defensa de la tradición, y del gremio orfebre, nació la Asociación de Orfebrería de Santiago, aupada por profesionales como Ricardo, que ocupó diversos cargos directivos en la entidad, incluida la presidencia en funciones. Rivas sudó la camiseta a la hora de programar actividades, acometer iniciativas, formar a la gente (él mismo impartió clases de su especialidad) e incluso defender al gremio contra las imitaciones exteriores, hasta notar el enfriamiento del personal y dejar las riendas en otras manos.
Más días de estancia
Hoy la vida está difícil, con la crisis planeando y el mercado languideciendo. «O comercio a nivel local está fatal», lamenta. Además de que los días del Padre, la Madre, bodas y hasta regalos institucionales están de capa caída y los encargos se difuminan, Ricardo echa en falta una política adecuada para atraer a visitantes y retenerlos. «Moitos veñen, van á Catedral e vanse. Á xente hai que darlle alicientes para que estea varios días en Santiago», reclama Ricardo.
La ciudad aglutina múltiples recursos a los que Rivas pide que se les extraiga el máximo jugo, lo que ahora no está ocurriendo. El Museo de la Catedral, los distintos centros museísticos de la ciudad, la Praza de Abastos,... «Sobran argumentos, pero non vai ninguén. Santiago ten montóns de lugares para dous ou tres días de estancia, pero hai que saber vendelos. E hai xente para iso», enfatiza. La almendra monumental es en sí un gran atractivo, si el turista tiene días para disfrutarlo: «O bonito é callejear por aquí, disfrutar das terrazas. A Catedral non é o único encanto».
compostelanos en su rincón ricardo rivas casal