«Nadie en el mundo me va a entender como la gente de aquí»

La Voz

FIRMAS

03 feb 2013 . Actualizado a las 06:00 h.

Nació en Gomesende, donde sigue residiendo, hace 46 años y su vida es una historia de superación desde el minuto uno, cuando la bautizaron a toda prisa porque pensaron que fallecería. Pasó sus primeros cinco años de operación en operación en el hospital Puerta de Hierro de Madrid «y para aquella época hicieron un trabajo en mí bárbaro», afirma rotunda. Le reconstruyeron las piernas, los labios, el mentón...

A pesar de su discapacidad física evidente Camila fue una niña y una joven vitalista que salía a divertirse con sus amigas. «Siempre venían a buscarme porque decían que yo les daba vida; pero estoy más apagada desde que hace cinco años tuve que ingresar por un pequeño derrame y me deprimí, porque yo siempre tuve muy buena salud» aclara. Le diagnosticaron cardiomegalia, un agrandamiento anormal del corazón que sabe que también le limitará un posible futuro laboral.

Afán por aprender

Pero Camila no se rinde. «Siempre fui atrevida; si me caigo, me caí; me da igual». Ahora acude a diario con su inseparable ordenador portátil a la sede de Cogami, en Aixiña, donde está terminado un curso de informática y siempre está rodeada de amigos. «Esto me ha vuelto a ilusionar y he recuperado algo la alegría; me gusta que la gente que está a mi lado esté contenta porque siempre pensé que mis problemas los tengo que solucionar yo y nadie tiene que sufrir por mi», señala. Aunque también reconoce que al principio tenía reparos en acudir a un centro para personas con discapacidad «porque a mi esta gente me daba pena, hasta que cobré conciencia de que yo estaba en la misma y entonces me di cuenta de que nadie en el mundo me va a entender como la gente de aquí».

Su afán por saber es inagotable, quizá porque tuvo experiencias desagradables con profesores en su infancia. «El primero me dijo que no me podía dar clases porque yo era especial y luego una profesora, cuando estaba preparando la primera vez el Graduado Escolar me dijo que total para lo que me iba a servir...».

El graduado lo sacó bastantes años después, en un curso para adultos, y para aquel momento ya tenía formación en restauración de muebles y el el título de alfarera ceramista. Ese mismo espíritu de superación es la que lo llevó a informática, y tiene previsto apuntarse «a todo lo que pueda, siempre que el horario del transporte me lo permita».