A Coruña, el bazar de los objetos insólitos

Javier Becerra
Javier Becerra A CORUÑA / LA VOZ

FIRMAS

La mandíbula de un mamut, el asiento de un avión de la RAF o un sillón como el de Don Draper son algunas de las cosas que se pueden comprar en la ciudad

01 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Los fósiles se revalorizan con el tiempo, son una buena inversión». Lo dice Fernando Palacio, propietario de la Filatería Zalaeta. Su tienda haría palidecer de envidia al mismísimo Indiana Jones. Cualquier arqueólogo entraría en éxtasis en su interior. También el particular aficionado. En sus vitrinas se suceden piezas y piezas que testifican lo que fue el mundo en origen. Pero una de su escaparate roba la atención del viandante. Se trata de la mandíbula inferior de un mamut, un fósil con 1,8 millones de años de antigüedad. «Está muy bien conservado», precisa. Tan solo es uno de los muchos objetos insólitos que se pueden encontrar en A Coruña.

Más allá de rarezas discográficas, colecciones de sellos o libros incunables, un paseo por esas otras tiendas coruñesas se convierte un suceder de sorpresas. Desde luego, la de la mandíbula del mamut supera todas la previsiones. «Es de un ejemplar joven. Se puede ver por los molares y los dientes pequeños», concreta. ¿Cómo terminó algo así en el barrio de Zalaeta? «Se compró hace años en una feria de Dusseldorf, en una época en la que se adquirían muchos fósiles de calidad». Este, según sus explicaciones, lo es. ¿Y el precio? «Umm... eso se debe negociar», contesta resistiéndose a dar un arco para empezar a ofertar. Quien desee tener en el el salón de su casa este particular objeto de decoración tendrá que emplear sus dotes de comerciante.

A unos cinco minutos caminando desde el local de Fernando Palacio se encuentra, en la calle de San Nicolás, la tienda de objetos religiosos Cerería. Sin duda, otro establecimiento realmente singular desde su propia fachada. Dentro, guarda todo un sinfín de artículos enfocados principalmente a iglesias y pazos. Entre las imágenes de más de un metro de alto de San Pedro en madera, los rosarios de todos los tamaños y formas y las cruces en mil y una medidas, destacan los petos de ánimas. Aunque en origen se tratan de pequeños monumentos de piedra, en esta tienda los despachan en madera, elaborados de manera artesanal. Y, por lo que se ve, con gran éxito.

«Los compran para iglesias, pero también particulares para sus domicilios», dice Irene Pena, la mujer que está tras el mostrador de este establecimiento que lleva más de 100 años abierto al público. Esas cajas, que invocan la idea del purgatorio en su decoración, encantan a los turistas, y, de maneta especial, a los cruceristas que buscan en sus exploraciones por la ciudad cosas únicas, más allá de la uniformadora globalización. Irene Pena sí da un precio. Quien desee o quiera regalar una la puede conseguir por 130 euros.

Mucho más caro figura la etiqueta de una figura del apóstol Santiago hecha en azabache del siglo XVIII. Aguarda comprador en la tienda de antigüedades de Víctor González Rial. La etiqueta marca 11.000 euros, y su mujer, Pilar Iglesias, asegura que los vale. «Es muy difícil encontrar una igual, ya que para hacer una escultura así hace falta una piedra matriz muy grande, para poderla lapidar y trabajarla con todos estos pliegues y detalles», dice con ella en la mano. De alto mide unos 20 centímetros. Ello la convierte en toda una pieza de museo. De hecho, en el de Pontevedra se exponen unas similares. «En veintitantos años que nos dedicamos a las antigüedades solo vimos a un señor de Ourense con una», dice señalando su carácter excepcional

Pese al valor de la figura, las diferentes habitaciones del local de Iglesias, sito en la calle Agar, guardan muchas curiosidades. Podrían ser el regalo perfecto de dar con la persona adecuada. De lo barato a lo caro. Por 150 euros, algo que a falta de una nomenclatura más adecuada la vendedora califica como sujetapavos. En plata y fechado del siglo XIX, este cilindro se encajaba en hueso del muslo del ave, para que la persona que lo cortase no se manchase la mano a la hora de hacerlo. Por 3.500, exhibe un costurero filipino de aproximadamente 1840 con todas sus piezas de marfil impolutas. Además, en sus paredes cuelgan pruebas de color atribuidas a Joan Miró y Salvador Dalí.

Gusto «vintage»

El término vintage se ha puesto de moda en los últimos tiempos. Con él se denomina a aquellos objetos antiguos que no pueden ser considerados antigüedades. Es decir, básicamente los del siglo XX. Con el aire nostálgico que ha tomado la cultura pop en los últimos años, gracias a series como Mad Men, todo lo relacionado con los cincuenta y los sesenta cotiza al alza. Pues bien, un escaparate coruñés luce un sillón idéntico al que tiene Don Draper en su despacho. Los responsables de Vintage and Coffe, en la Estrecha de San Andrés, lo encontraron en A Coruña «hecho polvo», asegura María Fernández. Pero lo volvieron a tapizar dejándolo perfecto y despertando gran expectación en su clientela. Eso sí, ninguno ha desembolsado por ahora los 150 euros que cuesta.

Pero, además de sentirse un engominado ejecutivo de la avenida Madison bebiendo whisky y fumando cigarrillos sin filtro, el interés por lo genuino puede llevar a esquivar las réplicas de gafas antiguas y llegar a las originales. Por 60 euros, uno puede hacerse allí con unas Von Furstenberg transparentes. Son las que luego copiarían firmas como Ray-Ban y otras marcas, que buscan en el pasado su principal fuente de inspiración.

Este gusto por lo retro ha inundado la estética actual. Una tienda como Nostromo, en la Rúa Nueva, acoge muchas de esas radios que parecen rescatadas de los años veinte, globos terráqueos con falso pasado amarilleado y placas publicitarias metálicas de cuando la Coca-Cola y las Pepsi daban sus primeros pasos. Entre todo, sobresale un gong. Sí, recuperado en 1979 por la Woodstock Percussion como instrumento se puede llevar al hogar uno de ellos en tamaño manejable. Sirve para hacer música, pero también para tener un despertar diferente. El tique de compra marca 217 euros.

Igual que en Harrods

«Es una tendencia que en Inglaterra arrasa». Lo dice Antonio Pereiro, que regenta en Ramón de la Sagra El Desván, y que asegura que el asiento de un avión de combate bombardero Vulcan de la Royal Air Force que vende es idéntico a otro que se exhibe actualmente en los almacenes Harrods de Londres. Llegó a su poder a través de un ferrolano apasionado por lo militar. Lo adquirió en una subasta de desguaces militares en Inglaterra. Totalmente restaurado, lo vende por 3.500 euros para aquellos que deseen convertir el salón de su casa en una sucesión de signos de admiración cuando reciban visitas.

Además, Pereiro posee otra rareza única: un proyector de barco de guerra de reglamento obligatorio para transitar por el canal de Suez. Lo logró del mismo modo y cuesta 2.500 euros. «Cada cierto tiempo vamos a Londres a las subastas de material militar. Siempre aparecen cosas interesantes», señala.

Por último, toca parada en un rincón en el que la sensación de viaje en el tiempo se impregna de aromas típicamente coruñeses. En lo que hasta 1974 fue el cine Hércules, en la calle de San José, se asienta ahora la tienda de segunda mano Telocompro. Entre sus mil y un libros y revistas se encuentra algo verdaderamente excepcional: el último retroproyector empleado cuando se cerró la sala. En perfecto estado de conservación, se puede adquirir por unos 3.000 euros. Un fetiche para los cinéfilos que se criaron en los cines de barrio.

Si se usa para un regalo, debería ser acompañado con una copia de El planeta de los simios, de Franklin J. Schaffner. Fue la película con le que concluyó su andadura antes del cambio de uso. Eso sí, habrá que rebuscar y rebuscar para dar con una.