Está de moda hablar del «modelo Alzira», la primera operación para privatizar la sanidad pública a gran escala. La historia es sabida: en 1999, la Generalitat Valenciana adjudica a una UTE de empresas la gestión privada de un hospital.
Cuatro años después, la adjudicataria renuncia a la concesión por presuntas pérdidas de un millón de euros. Se le acepta y, además, la indemnizan con 25 millones de euros por «lucro cesante». Aunque el caso es condenado por el tribunal de cuentas valenciano, Francisco Camps sigue adelante. Y en el 2003 vuelve a convocar el concurso, aumentando un 63 % la asignación a la empresa gestora. En la nueva licitación, vuelve a ganar la UTE de empresas que estaba antes.
Todo ello debería ser un escándalo mayúsculo. Pero, no. El «modelo Alzira» se extiende a otros cuatro hospitales valencianos y cuatro más en Madrid, cuya gestión sale un 30 por ciento más cara que cuando eran públicos.
Ahora, Madrid y otras comunidades quieren generalizar el modelo. Lo que ya entra en el terreno del despiporre. Porque se están cachondeando del pueblo. Si algo funcionaba bien y tenía prestigio en toda España era la sanidad pública. Y la van a liquidar para entregarla a empresas privadas.
Lo asombroso, sin embargo, es que nunca se hable del «modelo Vigo». Y no lo digo solo por el hospital privatizado de Beade, al que vamos a tener que rescatar con nuestros fondos públicos antes incluso de que terminen la obras. Hablo de Povisa. Un hospital privado que atiende a 143.000 cartillas del área de Vigo. Y que triplica la lista de espera media de Galicia.
En esta ciudad la sanidad lleva décadas privatizada. Es un escarnio y una injusticia más de la Xunta con esta ciudad el poco comentado «modelo Vigo».
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