«Sigo namorada del e el de min»

FIRMAS

ANGEL MANSO

José y Rogelia celebraron el miércoles el 76 aniversario de boda. Como cada día, se entregaron a los ejercicios de caligrafía y a escribir recuerdos y viejos poemas en la mesa de la cocina

14 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Nunca pensei botar 76 anos de matrimonio...», reconoce Rogelia Montero Lorenzo, de 94 años, casada con José Vale Martínez, de 97, vecinos de Céltigos (Ortigueira). Sus madres ya eran amigas, cuenta su hija, y ellos llevan juntos toda la vida, en Céltigos. «Eu sigo namorada de José e el de min». «Nunca reñimos, nunca discutimos...», ratifica el marido. Las primeras cartas de amor que recibió de Rogelia, durante el noviazgo, las escribía una amiga, la misma que le leía las misivas de José. Rogelia se quedó huérfana de madre a los cinco años y apenas pisó la escuela. Aprendió después, por su cuenta y con ayuda de su esposo, a quien recurre a diario, durante la sesión matinal de escritura, para verificar si hay que usar v o b.

«Fun modista, cosía polas casas... teño ido a Ladrido andando coa máquina na cabeza», recuerda. Hasta 1948, cuando abrieron un ultramarinos, A Taberna Nova. A José siempre le han gustado los números y las letras. Empezó de fogonero, en un barco del puerto de Espasante, y durante la mili, a bordo del crucero Libertad, se encargó de la contabilidad del barco. «Cuando me licencié nos casamos», evoca. Y a los dos meses se marchó a la guerra. «Eu quedaba embarazada, a nena morreu ao ano e medio, sen que seu pai chegara a vela». Del frente de Santander pasó al de Teruel y acabó la contienda en la Ayudantía de Marina de Viveiro, vigilando la costa desde un pesquero habilitado para este fin. De fogonero.

Perito, edil, tendero y maestro

Pero a José lo conocen, de Mañón a Cedeira, por su labor como perito, tras realizar un curso de topografía por correspondencia, en una academia de Barcelona. «Iba en bicicleta, medía los terrenos con una cinta y dividía por 444 (metros cuadrados) para averiguar los ferrados, hacía las particiones, los cupos de las herencias, documentos privados de compra venta... La primera partilla que hice fue la de la familia Xuncal, en la Vila de Bares». Cuando se producía un litigio por las tierras lo llamaba el juez para conocer su versión y dirimir. Ejerció de concejal en Ortigueira con siete alcaldes y presidió la Hermandad Comarcal de Labradores, que representó como como vocal en la Cámara Sindical Agraria de A Coruña. Además de trabajar como cartero rural, profesión que heredó del padre, emigrante en Cuba durante años, y que después desempeñaría su hija.

En invierno, el Ayuntamiento le pagaba para instruir a jóvenes iletrados que necesitaban una formación básica para obtener el título de patrón de barco o motorista, o para sacar el carné de conducir. También cultivaba la huerta y en la taberna le ayudaba a su mujer, hija de carpintero, que atendía a la clientela y cosía, para la familia y por encargo.

Hasta los 90 apenas sufrieron achaques, señala su hija (tienen tres nietos, cuatro bisnietos y un tataranieto de nueve meses). Ahora, en los meses fríos, se refugian en la cocina. José recita aquel poema que reproducía en un papel cuando un superior lo sorprendió, en la trinchera, temiendo que se tratara de propaganda política. «Cuando lejos de tu suelo, oh Galicia, miro nuevos horizontes, otros valles, otros montes, otro cielo y otro mar [...], bello es sentir, bello es soñar». Y vuelve a plasmarlo en la libreta mientras Rogelia se afana en sus ejercicios de caligrafía, sin desviarse del renglón.

EN Céltigos, Ortigueira UN Miércoles DE 12 a 14 horas