Nacional VI, la carretera de Vigo

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La autopista de Madrid a Galicia se proyectó a la ciudad en 1922 pero acabó en A Coruña como el viejo Camino Real

02 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

E l casino de Madrid, el palacio de la Moncloa o las grandes marisquerías de la capital están en la «carretera de La Coruña», con «L». Así llaman los madrileños a la Nacional VI, que sale de Puerta de Hierro rumbo al Noroeste. Sin embargo, esta vía nodal pudo haber sido «la carretera de Vigo». Y, de hecho, así fue proyectada. En 1922, todo estaba listo para que el enlace con Galicia se hiciese entre la Villa y Corte y la ciudad olívica. Pero, pese a la Real Orden firmada por Alfonso XIII, sucedió lo de casi siempre: el plan terminó desviándose hacia la capital herculina. Todo un clásico que tiene una larga historia.

Ya hubo lío con la primera carretera de la Meseta con Galicia. Que también se proyectó desde Madrid a Vigo, pero terminó en A Coruña. Corría el año 1758 cuando el Itinerario Español o Guía de Caminos de Escribano afirmaba que el Camino Real a Galicia era el único de España que no llegaba a la costa. Moría en Astorga, pues parecía imposible salvar los altos riscos de Os Ancares y O Cebreiro.

Todo el transporte entre Galicia y Castilla se hacía a pie o a lomos de mula. Era un camino «de herradura», en contraposición al camino «de rueda» que permitía que circulasen carros y carretas. Los arrieros, sobre todo maragatos, eran los únicos que se aventuraban al comercio, entre grandes penalidades. Lo que no impedía que en esa época, todo el siglo XVIII, media España se vistiese con las telas de lino gallego que, por tradición y en producción familiar, se tejían en los telares domésticos del país.

Con la Ilustración, surge la necesidad de hacer un camino carretero entre Galicia y Madrid. Así lo reclaman científicos como Cornide de Saavedra o Jovellanos. Finalmente, el Marqués de la Ensenada promueve la ruta y, en 1761, comienza a construirse el Camino Real desde Benavente a A Coruña. Pero el trazado suscita una gran controversia, pues son mayoría quienes defienden que el punto de destino debe ser Vigo. El propio José Cornide, la gran figura científica de la Ilustración gallega, pone el grito en el cielo.

Pero, como aseguran las profesoras de la Universidad de A Coruña Elvira Lindoso y Margarita Vilar, «la ciudad de A Coruña aunaba muchos intereses políticos y empresariales», al tiempo que recuerdan que allí estaban la Capitanía General y la Real Audiencia.

El primer ingeniero jefe del Camino Real a Galicia, José Crame, protesta airadamente y pide el trazado a Vigo, porque «la población es más numerosa y hay menos montañas». Relevado de su cargo, es castigado con el exilio a La Habana.

Rematado el camino coruñés, es un fracaso. El correo tarda de 8 a 9 días en alcanzar Madrid en 1775, mientras que en invierno se demora hasta 16 a 20 días. Mientras Vigo, que goza desde 1794 de privilegio para comerciar con Indias, sigue incomunicada por carretera.

Suárez Freyre, en 1813, lo resumirá: «Se ha mirado hasta aquí con bárbara indiferencia que fuese o no comunicable el mejor puerto de España, como lo considera el sabio Jovellanos (...) el famoso Vigo, con el país más pingüe de Europa, cuales son las riberas del Sil, del Miño y del Avia. ¡Fatales siglos!»

Para la construcción de la primitiva carretera Madrid-Coruña se destinaron 600.000 reales anuales, que salieron de un impuesto especial sobre la sal. Curiosamente, buena parte lo pagaba la industria de la salazón viguesa. De 1761 a 1793, se recaudaron más de 19 millones de reales.

La carretera de Benavente a Vigo no comenzará hasta 1803 y, paralizada por la Guerra de la Independencia, las obras no continuarían hasta 1833. En 1855, solo se habían construido 173 kilómetros de un total de 591. Y hasta el último tercio del siglo XX no estuvo concluida.

Pero la historia se reprodujo siglos después con la autovía. En 1922, para favorecer el puerto de Vigo, enlace principal con América, el Gobierno diseñó el vial entre Vigo y Madrid. Así lo firmó el rey Alfonso XIII en la Real Oren de 22 de diciembre de aquel año: «para que en el plazo de 18 meses se haga estudio y presente el proyecto de Autopista Madrid-Vigo, con ramal a La Coruña». No funcionó ni que lo ordenase el propio rey. Enseguida, comenzaron maniobras al más alto nivel para cambiar el proyecto. Y de nada valió, tampoco, el encendido discurso que, en 1928, a la vista de los retrasos hizo en las Cortes el diputado Zurano: «Hagamos de Vigo, como un puente del Mundo, un barrio de Madrid», proclamó entusiasmado.

El 24 de octubre de 1928 se recibe un telegrama en el ayuntamiento vigués anunciando la buena nueva: Habrá autovía con Madrid, pero los términos serán invertidos. Será Madrid-Ponferrada-A Coruña, «con un ramal a Vigo». Y es así como, por aquellas cuitas de hace siglos, hoy la Moncloa, el Casino de Torrelodones y las principales marisquerías de Madrid, están en la «Carretera de La Coruña», que en un lejano día fue proyectada como «Carretera de Vigo».

LA BUJÍA DEL DOMINGO Por Eduardo Rolland

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