Lejos quedan los tiempos en que las vacas de leche pacían por los pastizales de toda la costa lucense. En la última década, el número de reses se ha reducido prácticamente en un 50%, en unas diez mil vacas. En concreto, se ha pasado de las 19.241 que había en el 2002 a las 10.956 del 2010, el último dato oficial disponible. Esta tendencia, lejos de atenuarse, se ha mantenido constante en los dos últimos ejercicios, por lo cual no es aventurado afirmar que en A Mariña probablemente ya hay en la actualidad menos de 10.000 vacas de leche.
Ni un solo ayuntamiento se salva de la caída. En Alfoz se pasó de 430 vacas en el año 2002 a 192 en 2010. En Foz, de 1.486 a 543; en Lourenzá, de 1.303 a 699; en Mondoñedo, de 1.291 a 729; en O Valadouro, de 694 a 428; en Cervo de 13 a ninguna; en Ourol, de 50 a 12; en O Vicedo, de 115 a una; en Viveiro, de 16 a ninguna; en Xove, de 9 a cuatro; en Barreiros, de 4.078 a 2.187; en A Pontenova, de 883 a 581; en Ribadeo, de 5.240 a 3.382, y en Trabada, de 3.632 a 2.198.
Más vacas de carne
Al tiempo que cierran las granjas de vacas de leche crece el número de ganaderos que optan por dedicarse a la explotación de vacas de carne. De hecho, ya superan en número a las vacas de leche. En concreto, en el 2010 eran 15.469 reses, cuatro mil más que en el 2002.
A la cabeza se sitúa Mondoñedo, con 2.473 vacas de carne en 2010, por las 1.609 que había en 2002; seguido de O Valadouro, con 2.038, por las 1812 de 2002; Ourol, con 1.316, dos menos que en 2002; Alfoz, con 1.151, cuando en 2002 había 952, y Ribadeo, con 1.043 (770 en el 2010).
En los otros concellos mariñanos la evolución de vacas de carne desde 2002 a 2010 ha sido la siguiente: Burela, de 16 a 8; Foz, de 494 a 886; Lourenzá, de 395 a 345; Cervo, de 360 a 411; O Vicedo, de 729 a 670; Viveiro, de 848 a 983; Xove, de 855 a 923; Barreiros, de 375 a 512, A Pontenova, de 528 a 531, y Trabada, de 427 a 419.
Nuevo modelo de producción
Ante este panorama hay varias alternativas. Obtener un precio digno por la leche es una, pero cada vez son más los que opinan que es preciso cambiar el modelo de producción, abandonando la práctica de tener cuantas más vacas mejor para producir la mayor cantidad de leche posible y optar por reducir el número de reses, pero sacándoles mayor rentabilidad. Menos leche y menos vacas, pero también menos gastos.
Esa alternativa pasa por abaratar costes, fundamentalmente en la alimentación. Se lograría reduciendo el gasto en piensos y cátering y volviendo a la dieta con un mayor peso de los forrajes y pastos. Es decir, sacar las vacas al campo. Pero para ello sería preciso facilitar a los ganaderos que dispusiesen de más pastizales y más extensos, en lugar de la disgregación de pequeñas fincas. Y eso, como casi todo, pasa por la voluntad política de hacerlo. Sin obviar que son muchos los interesados en que el modelo actual perdure, pues hay todo un entramado económico de empresas auxiliares que gira a su alrededor.