La Diputación, centro de servicios y no de favores

FIRMAS

05 nov 2012 . Actualizado a las 23:01 h.

El guirigay que vive el Concello de Ourense por mor de la desbandada propiciada por una lupa judicial, apenas permite pensar en otras noticias que esta semana dio La Voz. Por ejemplo, el cambio que le dio el titular de la Diputación a la institución en menos de un año. Se pasó del «feito» como respuesta a cada petición (fuese puesto de trabajo, subvención o banda de gaitas) al análisis y a la mesura. Del despilfarro del dinero público, a la implantación de programas de ahorro y control. Es plausible este giro que le dio Baltar a la tradicional política del apellido porque no es fácil mudar un sistema exitoso en votos (aunque el 21-O haya demostrado que no eran personales) pero pobre en bienestar, por otro situado en las antípodas del de su progenitor. El continuador de la saga quiere hacer bueno al escritor André Maurois: «Es preciso que los jóvenes sean injustos con los hombres maduros. Si no, los mitificarían y nunca se avanzaría». En la Diputación es necesario avanzar en un cambio de estilo y convertirla en un centro de servicios, que no de favores. Como ejemplo del nuevo rumbo me parece importante no ya los datos de bajar de 147 a 40 los contratos laborales temporales y de 35 a 5 los interinos, si no la creación de áreas, a cargo de funcionarios, ¡que no de políticos!, para gestionar contrataciones, compras y parque móvil.

La frase «Se o alcalde dimitira antes, non teriamos chegado a esto», dijo la exedil del BNG, Marta Arribas, para justificar la ruptura con el PSOE. Resulta que la gobernabilidad de Ourense no se rompió porque el sistema fallaba y el BNG se desmoronaba elección tras elección. Sorprende que el motivo sean 96 horas de retraso en la dimisión de un alcalde cuando durante más de cinco años se han tomado todos los acuerdos por unanimidad (incluso cuando había contratos sospechosos, opacidad en las cuentas, despilfarros de dinero...). Floja disculpa de un grupo que consumió en los juzgados a cualificados dirigentes y que ahora quiere endosarle las culpas a la parsimonia de su socio a la hora del adiós.

La tránsfuga de Celanova Se llama Montse Álvarez Vispo y se va del PP pero se queda con el acta como si fuese propia y no del partido que la llevó en su candidatura. Es igual que abandone, como dicen sus compañeros, porque quería vivir del cuento (perdón, de los presupuestos de Celanova) o, como dice ella, porque no le dejan organizar las fiestas. En todo caso, una pataleta de niña malcriada que, por lo visto, vino a la política para servirse y no para servir. Al fallarle el proyecto muerde la mano de los que la auparon al Concello en un ejercicio de deslealtad y deshonestidad. ¿Conocerá estas palabras? Si las conociera también sabría lo que, en decencia, significa dimisión.