Los ángeles de San Diego

Ana Lorenzo Fernández
Ana Lorenzo A CORUÑA / LA VOZ

FIRMAS

CESAR QUIAN

El personal de la piscina salvó la vida a un usuario con muerte súbita

10 ene 2024 . Actualizado a las 21:11 h.

«Veía todo negro, pero nada de eso que dicen que ves una luz blanca al final del túnel. Yo no veía ninguna luz». Así describe Julio López Quiroga la sensación que sintió cuando estuvo a punto de morir el pasado 14 de agosto. Su hija Antía, de 10 años, se había empeñado en ir a la piscina del complejo deportivo de San Diego, y aunque él no tenía muchas ganas, al final accedió. «Estuvimos jugando en la piscina pequeña, en el yacusi y luego nos fuimos a la piscina grande. Hicimos tres largos y al acabar me apoyé y le dije: ??Te ganó papá??. Ahí me mareé y empecé a convulsionar», relata López.

Este funcionario de 39 años no recuerda mucho de los minutos en los que estuvo más muerto que vivo, solo sabe que cuando comenzó a recuperar el conocimiento sentía un fuerte dolor en el pecho, que luego atribuyó a las maniobras de reanimación que le estaban realizando Hugo Lorenzo y Pablo Varela, los dos socorristas de San Diego, «que me devolvieron la vida». Además de la labor de recuperación del personal de la piscina, el hecho de que este complejo contara con un desfibrilador fue vital, porque de lo contrario Julio López no vería la luz del día siguiente.

«Si no llego a estar en San Diego y me pasa en otro sitio me muero. La actuación de los socorristas y de todo el personal fue de 10, por no ponerle un 11. Si no estuviera allí, tararí que te vi. Habría que tener desfibriladores en todos los lugares públicos», reclamó López, que cuando por fin estuvo estabilizado, incluso tuvo tiempo para decirles a unos conocidos que se encargaran de su hija y llamaran a su mujer.

«No entiendo cómo alguna gente dijo que estaba muerto, porque cuando iba en la camilla yo ya estaba consciente, un poco mareado, pero consciente», recuerda. Cuando llegó al hospital le dijeron que se le había obstruido una vena que va al corazón, y que le había provocado una muerte súbita. «Los médicos me explicaron que había tenido mucha suerte y me preguntaron dónde me habían hecho la reanimación, porque lo habían hecho fenomenal y gracias a ellos estaba vivo», apunta Julio, que no se cansa de agradecer el trabajo de todo el personal de San Diego, «desde los socorristas hasta Iria González, que se encargó de mi hija; a Alberto Otero, que se encargó del traslado; a Charlie, que me arrancó el pelo del pecho...».

Tras casi un mes en el hospital en el que le colocaron un pequeño desfibrilador interno para prevenir posibles ataques, Julio López ha recuperado su vida normal, y aunque estará de baja hasta diciembre, «nunca estuve mejor que ahora. Vengo de hacer unos análisis y estoy estupendo», apuntaba esta misma semana, cuando reconocía que el susto «fue un sueño malo».

«No era su hora»

Si para Julio López todo fue una pesadilla, para los socorristas que lo atendieron tampoco fue nada agradable. Hugo Lorenzo fue el primero que vio que comenzaba a hacer algo extraño en el agua y al acercarse vio que le pasaba algo, así que llamó a su compañero Pablo Varela, lo sacaron de la piscina y comenzaron a hacerle la reanimación.

«Era la primera vez que tenía que hacer una RCP -recuperación cardiopulmonar-, y no sé ni el tiempo que estuve dándole los masajes, no me cansaba. Pero hubo un momento en el que vi que se me iba», recuerda con horror Lorenzo, que pudo descansar cuando finalmente lograron estabilizarlo.

«Yo creo que el factor suerte influyó mucho. Yo no creía mucho en la suerte hasta hace poco, pero ahora... Lo que está claro es que no era su hora, no había llegado su día», confiesa el socorrista.