Al paso, al trote, al galope

nacho mirás fole

FIRMAS

CESAR QUIAN

Jonathan Barral, jinete ciego, y su entrenador Jesús Pinteño se preparan para el Campeonato Español de Doma, en Valencia

09 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Faltan pocos días, así que no queda otra que fumarse las clases en la Facultade de Xornalismo de Santiago. Jonatan Barral Otero (Santiago, 1990) establece prioridades y, entre la fábrica de periodistas y Aquiles CR, el caballo con el que competirá el próximo fin de semana en el municipio valenciano de Oliva, hoy gana el caballo. Antonio, su padre, se adapta a la situación y nos vamos los tres al Centro Ecuestre Pinteño de Cambre, a practicar. O, mejor dicho, los cuatro, porque Zoira, la perra compañera, viaja en el maletero. Antonio debería presidir, por orgulloso, la Asociación Nacional de Padres Orgullosos. Yo lo votaría. Mientras conduce con un ojo puesto en la carretera, resuelve por teléfono cosas del trabajo y Jonatan y yo hablamos sobre el incierto futuro de la profesión periodística. «Me apasiona -dice- pero las cosas no son como nos cuentan en la facultad. Veo que se parecen más a un libro que leí en primero y que se titulaba Copiar y pegar: Coges una nota, la publicas y a correr. Esa no es la idea que yo tenía del periodismo».

«Yo tampoco», resuelvo. Reconforta la mentalidad crítica. Hay futuro. Hablamos sin descanso por la Nacional 550 y solo algún que otro aviso en el móvil nos interrumpe. En Twitter, Jonatan es @jinetefugaz. Tiene 48 seguidores, sigue a 134 y ha publicado 2.288 tuits. Es un tipo activo en la cacharrería informática que empezó con una máquina Perkins y que ahora soba el iPad con gracia y salero.

En Cambre espera Jesús Pinteño, un jerezano que se estableció en Galicia hace quince años y que se alimenta, al cincuenta por ciento, de sus dos pasiones: los caballos y las personas. Es el maestro de Jonatan desde que Jonatan era una mingurria. Con tanto roce, son capaces de decirse barbaridades sin faltarse al respeto. Joni sale escopetado al vestuario y vuelve transformado en un númida. Antes de que me dé cuenta ya ha ensillado a Aquiles, le ha colocado los correajes y lo conduce a la pista. No hay tiempo que perder. Hoy parten padre, hijo, entrenador y caballo hacia el centro ecuestre Oliva Nova, en Valencia. Cuestre lo que cuestre, que dirían Les Luthiers. En coche, de un tirón. Lo de perder el tiempo es una de las pocas cosas que no se les da bien a los Barral: Jonatan ha estudiado piano, ha competido en ajedrez, nada, estudia... Cuando tuvo que elegir en serio, eligió la montura. Y el periodismo, para suerte del gremio.

«Empezaremos con una vuelta al paso», le ordena Jesús al pupilo, convertido ahora en centauro. «¡No lo dejes correr!» «¡Las transiciones son vitales, pisha!», le grita. «¡Muy buena esa diagonal!». «Yo empecé a montar cuando empezó él, para mí y para mi mujer es muy importante vivir juntos todas las sensaciones posibles, para después contárselas», susurra Antonio.

La espalda adentro, un ejercicio de la doma, se resiste, pero acaba saliendo. Piruetas al paso, parada, marcha, paso atrás... Paso, trote, galope... No es fácil orientarse. «Mañana vuelvo. Y el domingo», le avisa el jinete a Jesús al terminar su entrenamiento. «Muchas veces le hace la cena a su hermana», añade Antonio, en voz baja, al currículo de méritos del heredero.

«Por cierto, Jonatan. ¿Cómo te pongo? -le digo ya en el coche- ¿Ciego o invidente?».

-Menos minusválido, pon lo que te dé la gana.