La vaca, por lo que vale

nacho mirás fole

FIRMAS

XOÁN A. SOLER

Cada miércoles, cientos de reses cambian de manos en el Wall Street de Amio, una bolsa de valores que mugen en un parqué de serrín

25 abr 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

A las 4.30 de la madrugada, con las calles sin poner, los tratantes más tempraneros ya están descargando. Vienen de todas partes, aunque la mayoría son gallegos. Toneladas de carne viva bajan mansamente por las pasarelas de los muelles de carga del Mercado Nacional de Ganado de Santiago como aspirantes que compitieran en Miss Ubre 2012.

Desde Mazaricos llegan Silvestre Pérez Pena y su hijo Ventura, tratantes que hoy tienen el cometido de vender «32 becerros para recría e outros catro medianos, de seis a oito meses, para abasto». Se han levantado a las dos, han cargado su vehículo de catorce toneladas y se han plantado en la capital de Galicia, que cada miércoles es también la capital ganadera del país.

Lo primero que hacen es darle el biberón al ganado, que en ningún caso puede tener menos de quince días para ser vendido. El biberón es un caldero de plástico lleno de suero con agua que, en el culo, tiene una tetina del tamaño de mi pulgar. Las reses maman como si no hubiera un mañana.

Mientras los veterinarios inspeccionan a los animales a puerta cerrada, los tratantes abarrotan la cafetería y hablan sobre la dimisión del alcalde de Santiago y sobre el precio del gasoil mientras desayunan colacaos y cafés con leche. O le meten al cuerpo una copa de Soberano, que en este negocio mayoritariamente masculino sigue siendo cosa de hombres. Mujeres como Perla Lema, que es de Vimianzo, son una excepción.

-¿Que lle miras a unha vaca, Silvestre?

-As formas.

Intento mirar las formas de la ternera que tengo delante con los ojos de un tratante. Y me veo capaz de catar, y bien, a la especie humana, pero soy lerdo con los bóvidos. No tengo criterio; todas están buenísimas.

Mientras hablamos, Silvestre desaparece y regresa al poco rato con un animal mestizo imponente, gris como Platero, digno de una Cow Parade. Después de un duro regateo, se lo lleva por 475 euros. «Pedíanme 500 e eu daba 450. Así que partimos a diferenza», explica el tratante. Aquí la palabra va a misa. Y más en los tiempos que corren, con el gasoil, los piensos y la electricidad con precios del futuro y las reses de abasto cotizándose como hace veinte años.

Me llama la atención un tratante que le recorta los pelos del rabo a una ternera con la delicadeza exquisita de Llongueras «para que entre polos ollos». Es César Lodeiro, que viene desde San Tirso de Mabegondo con su hijo Miguel. Mientras hace, me cuenta que muchas terneras de quince días que se venden en Amio acaban emigrando a Lérida, donde las ceban en grandes instalaciones. Y luego regresan a morir a Galicia; son gallegas de ida y vuelta, todas marcadas con el crotal 11 en la oreja.

El parqué de los pasillos de esta bolsa de valores que mugen es de serrín. Y el trato es un tira y afloja, un «nin pa ti nin pa min» dificilísimo de ejecutar en el que puntúan las palabras, los gestos y las miradas, el comercio en su estado más puro. Amigos, sí. Pero la vaca, por lo que vale.

EN Amio, Santiago. UN Miércoles DE 4.30 a 8.30 horas