Manuel Caride permaneció 14 meses en la cárcel por negarse a cumplir la mili
14 abr 2012 . Actualizado a las 11:39 h.HAdemás de la conocida Puerta de Alcalá de Madrid, el rey Carlos III se sacó de la manga otra obra de arte: la obligación inquebrantable del servicio militar. Corría el año 1770. Desde aquellas lejanas fechas hasta el 2001, miles de varones han pasado por los cuarteles y cumplido con la patria. El anuncio por parte del ministro de Defensa, Federico Trillo, de la supresión del servicio militar, a través de un real decreto, fue el final de un largo camino que había comenzado desde hacía dos décadas.
El descontento entre la juventud de los años ochenta y noventa del siglo XX era palpable. La sociedad ya no creía en la necesidad de esa obligación; no obstante, cumplía a regañadientes. Los genios del escaqueo llevaban dos centurias alegando todo tipo de excusas médicas para evitar la caja de reclutas. A los que le faltaba la suerte de no incorporarse a filas -por ser excedentes de cupo- recalaban en cuarteles a cientos de kilómetros de distancia; muchos perdían sus empleos, otros estiraban hasta la extenuación las prórrogas por estudios o alegaban familia a su cargo.
La sociedad asumía posturas contrarias a la mili. La guerra de Irak de 1992 alentó los movimientos antibelicistas. Los Gobiernos trataron de frenar la desafección al sistema obligatorio con concesiones. Una de ellas fue la objeción de conciencia. Los que no querían cuarteles deberían cumplir de otra manera: con una prestación social sustitutoria.
Pero el número de objetores se incrementó. No contentos con una solución light, los primeros insumisos se negaron a ingresar en el Ejército y rechazaron igualmente la fórmula de la prestación. Una opción arriesgada que podía conducir a la privación de libertad y a la inhabilitación para trabajar en el sector público. Fue el caso de Manuel Caride, un vigués condenado a dos años, cuatro meses y un día de prisión en 1996. Cumplió catorce meses de cárcel, «experiencia da cal non me arrepinto». Algunos familiares y amigos le aconsejaban: «fai a mili e xa está, para que te vas meter en líos».
Manuel Caride formó parte del movimiento insumiso de Galicia de manera activa. Cuenta el hoy militante del BNG vigués que «daquela existía un gran rexeitamento social á mili entre todos os sectores ideolóxicos, o que contribuíu á súa desaparición». La respuesta social contra el servicio militar «foi enérxica e continuada a través dunha década», dice Caride. Celebró, al igual que la mayoría de los varones gallegos, la abolición definitiva de la mili. «Supuxo un triunfo social enorme e un paso para que as Forzas Armadas romperan co pasado», concluye.
2001
130 AÑOS DE PERIODISMO DE VIVA VOZ FIN DEL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO
«Señores, se acabó la mili». Con esta contundente frase, el ministro de Defensa, Federico Trillo, dio por finiquitados los más de dos siglos del servicio militar obligatorio. Objetores, insumisos y ciudadanos presionaron para darle carpetazo a un deber obsoleto.
La extinción del servicio militar corrió pareja a la democratización y actualización del Ejército español. Previamente, un decreto de 1988 terminó con la prohibición del ingreso de la mujer en las Fuerzas Armadas.
10 DE MARZO del 2001
EL EJÉRCITO inició su proceso de PROFESIONALIZACIÓN
a producido revuelo y enojo la publicación de un informe tétrico sobre la situación económica española firmado por Carmel Asset Managment, y difundido por The Wall Street Journal. El escándalo se produjo no tanto por los negrísimos augurios del informe -sin apunte alguno de esperanza-, como porque la propia Carmel reconoce que ha hecho una fuerte inversión en credit default swaps, una especie de seguro para el caso de que fallen los bonos españoles, y porque apuesta decididamente por la quiebra del país. En el caso de que se produzca en el 2012, según ellos, conseguirían una rentabilidad en torno al 300 por ciento. Y claro, encaminan el informe, precisamente, a reforzar esa posición.
Podría argüirse que la empresa hace lo que sabe hacer y lo hace bien. Cabría añadir que, si las cosas están tan mal, no es por culpa suya, sino nuestra, que ellos simplemente operan como opera el mercado y que si no les hubiéramos dado pie, nada de esto habría sucedido. Conocemos el razonamiento, típico de la moral (?) capitalista. Lo hemos visto aplicado muchas veces, especialmente en el campo de la bioética: si algo se puede hacer técnica y legalmente, ¿por qué no hacerlo?
Una pregunta fácil de responder: porque hay en juego cuarenta millones de vidas, más si me apuran, según los posibles efectos de la ruina de España sobre todos o algunos países de la zona euro. Pero en la moral capitalista no cabe la consideración: ni con los embriones ni con los fetos ni con las personas, porque entiende de contabilidad, no de caridad. No sé por qué nos extrañamos tanto.www.vagonbar.com