Dickens, el novelista total

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El martes se cumple el bicentenario del escritor inglés, que gozó en vida de una gran popularidad y cuya extensa obra sigue fascinando dos siglos después

07 feb 2012 . Actualizado a las 13:14 h.

El próximo martes se cumplen 200 años del nacimiento de Charles Dickens, un tiempo en el que la tremenda popularidad de la que disfrutó el escritor en su época no solo no ha disminuido, sino que se ha acrecentado. A ello han contribuido las incontables adaptaciones cinematográficas y televisivas de su obra, pero la verdadera razón no es otra que la calidad de su narrativa, responsable de que generación tras generación de lectores lo hayan mantenido en el catálogo de títulos vivos.

Oliver Twist, Canción de Navidad, David Copperfield, Grandes esperanzas, Historia de dos ciudades, Casa desolada, Papeles póstumos del Club Pickwick... Dickens invirtió una considerable energía en su obra literaria, lo cual, unido a su perspicacia narrativa y psicológica, le permitió crear novelas de gran extensión y ambición que permanecen como los más perfectos ejemplos de esa visión del género como recreación de un mundo o un espejo que va mostrando el camino de un personaje. Si se toma el XIX como la época dorada de la novela y convenimos en que Dickens fue el mayor novelista de su tiempo, el silogismo no deja dudas sobre el genio del autor inglés.

Son muchas las razones por las que brillan las novelas de Dickens, pero podrían resumirse en dos. Primero, el dominio magistral del argumento, sus ritmos, evolución y giros, de naturaleza casi hiperrealista, con una atención obsesiva por el detalle; sus descripciones, sus diálogos, inspiraron también a los pioneros del cine a la hora de articular un lenguaje para el nuevo medio y seguramente sea el motivo de por qué, inmersos en una cultura audiovisual, las páginas de Dickens se devoran con intensidad.

La segunda razón no es otra que la creación de personajes inolvidables, dotados de una condición humana difícilmente igualable en la historia de la literatura, y capaces de conectar con el lector en sus luces y sombras: el avaro Scrooge sería un ejemplo de lo primero y la pequeña Nell, de lo segundo.

Si a ello se añade que Dickens habla desde la justicia social y que hoy en día su mirada, desafortunadamente, no ha perdido vigencia, se completará el retrato de un escritor que está por encima del tiempo.