José Aneiros, vecino de Meirás que presenta un libro: «Cuando era niño se quería más a una vaca que a una persona»

f. fernández FERROL

VALDOVIÑO

cedida

Se titula «Pepiño, relato de una infancia en Meirás»

17 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

José Aneiros Castro nació en Taraza (Meirás) hace 79 años, pero ha vivido la mayor parte de su vida en Cádiz, donde ejerció como militar y abogado. Pero la morriña lo arrastró a su lugar de origen todos los veranos y ahora acaba de presentar su primer libro. Se titula Pepiño, relato de una infancia en Meirás.

—¿Cómo le llaman en Meirás?

—Tengo tres apelativos. Si preguntas en Taraza soy Pepe de Castro; si preguntas en Padín-Santo Tomás, al lado de Suárez, soy Pepe de Idalina, que era mi madre; y fuera de la parroquia soy o sobriño dos de Xoquín.

—El Pepiño del libro es usted, ¿es autobiográfico?

—Un poco sí. Cuento lo que yo percibía de niño y lo que me contaba la gente mayor. Veía cómo se le quería más a una vaca que a una persona, era muy importante para un matrimonio recién casado, con el animal tenían alimento y trabajo. También hablo de algunos vecinos que hicieron cosas relevantes.

—¿Por ejemplo?

—Ezequiel, un vecino que en los años 60 introdujo el burro, fue un cambio fundamental, descargó a las mujeres de un trabajo arduo que era carretar en la cabeza la hierba para las vacas. Cambió la forma de vida en Meirás. También hablo de la escuela de don Celestino y de la llegada de doña Rosa, que fue un impacto, fue rechazada porque era una mujer y maestra. A mí me tocó y era una persona maravillosa.

—¿Cómo era Meirás cuando era niño?

—Nací en el 46, había hambre, de hecho el libro empieza hablando de la posguerra.

—Pasó hambre entonces.

—En las aldeas no se pasaba hambre gracias al autoabastecimiento, pero se comía caldo y leche todos los días.

—Habría más percebes que ahora, ¿no los comían?

—No se comían porque no se apreciaban, se vendían en Ferrol. Las mujeres iban caminando doce kilómetros con los percebes en la cabeza. Los llevaban ya cocidos.

—¿Cuándo se fue de Meirás?

—Me quedé huérfano de padre con cuatro meses y mi madre no podía hacerse cargo de tres hijos, así que me criaron mis abuelos y cuatro tíos solteros. Era una familia profundamente religiosa y nací para ser cura. Estaba apartado de las labores del campo, los demás niños iban con las vacas y a mí no me dejaban, tenía que estudiar para ser fraile. Y con nueve años me metieron en un colegio de claretianos en Medina de Rioseco (Valladolid), fue extremadamente duro porque no había teléfono. Aunque viví un poco aislado toda mi vida hasta los 14 años.

—¿Qué pasó con 14 años?

—Ahí dije que aquello no era la mío y volví a Meirás. Fue una hecatombe para mi familia. Me metieron a trabajar en el campo, me resultó una humillación tremenda, yo era amigo de los hijos de lo veraneantes y de pronto pasé a ser como todos. Aquello no me gustaba y le dije a mi familia que quería estudiar Derecho, siempre había querido ser abogado. Me dijeron que había tenido una oportunidad y que la había desaprovechado.

—Pero acabó siendo abogado.

—Tenía que liberarme y salir de allí y me fui al Ejército, a Artillería, primero a Pontevedra, pero me parecía demasiado cerca, luego a Estados Unidos y, con 18 años, a Cádiz y ahí me quedé. Estudié Derecho en la UNED. Pero yo sigo siendo gallego, la morriña la tengo en el alma. Con el libro quiero saldar una deuda con mi tierra, decirles a mis vecinos que yo soy de aquí y contarles a los jóvenes cuáles son sus orígenes.