Luis Cuba: «Soy un espíritu libre»

BEATRIZ ANTÓN FERROL / LA VOZ

MUGARDOS

JOSE PARDO

Tras más de treinta años tocando en verbenas, este músico mugardés confiesa que sigue disfrutando del escenario, aunque donde encuentra la paz es en la naturaleza

31 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Luis Cuba (Xermade, 1964) responde a las preguntas de la periodista tumbado plácidamente al sol en el campo de su finca de Mehá, en Mugardos, acompañado de su hijo Jose y con el canto de los pajarillos como sonido de fondo. A estas alturas del año tendría que estar ya recorriendo Galicia junto a sus compañeros de la orquesta Principal, pero el covid-19 entró en escena y desbarató todos sus planes. «Estoy sin trabajo ahora mismo, pero hay que confiar en el que las cosas mejorarán y seguir disfrutando de cada momento, porque la vida continúa», dice con optimismo este bajista veterano de las verbenas y las sesiones vermú.

En Mugardos, Cuba es un personaje muy popular, casi tanto como en Ortigueira, donde vive desde hace ya siete años, porque de allí es su actual pareja. «Empiezo a tener algo de ortegano, pero Mugardos me sigue tirando mucho, porque aquí están mis raíces», confiesa Luis. Sin embargo su DNI revela que su cuna no estuvo en la ría ferrolana, sino en Xermade, en la Terra Chá lucense. «Me vine a Mugardos con seis meses, porque mis abuelos vinieron aquí para abrir una taberna, la Pescanova, y con ellos también vinieron mis padres», aclara.

Por eso, a todos los efectos, este músico y también afamado micólogo se considera un mugardés de pura cepa. En la Real Villa comenzó a aporrear la guitarra con apenas 13 años y también fue allí donde la casualidad quiso que se enamorase del bajo. «Resulta que en el primer piso de mi edificio vivía Lino Rodríguez, el bajista de Los Player’s, y cuando ensayaba, a mí me llamaba mucho la atención aquel sonido, así que un buen día me presenté en su casa para ver cómo tocaba y hasta terminé comprándole un bajo Fender que era una maravilla», rememora este músico de formación autodidacta.

Sus primeros pinitos los hizo de la mano de los grupos Los Peques y Reflejos, con los que empezó a actuar en salas de fiesta. Y aunque durante algún tiempo tuvo un trabajo «normal» en Cocinas Feal -donde compartía faena con su padre, carpintero de profesión-, Cuba pronto cambió aquella rutina por la vida nómada de las orquestas. «Si no me quedase más remedio que fichar todos los días en una oficina, lo haría, pero soy un espíritu libre y por eso me gusta tanto mi trabajo de músico», dice con pasión por su profesión. «Cuando me subo a la furgoneta ya voy sonriendo y, luego, al llegar al pueblo donde vamos a actuar, también disfruto mucho con los ensayos, cenando todos juntos.. Y por supuesto, pisando el escenario, donde me evado de todo y me encanta improvisar. Además, la actuación dura tres horas, y el resto del día te queda mucho tiempo libre para hacer miles de cosas», dice Cuba, que antes de militar en la Principal pasó por Costa Norte, la orquesta Montes, Los Player’s, Midas o Bambú y también cultivó el jazz y el blues junto a músicos como Víctor Aneiros y Julie Guravich.

Hipnotizado por las setas

Precisamente, fue gracias a ese tiempo libre que le dejaba su trabajo entre la sesión vermú del mediodía y la verbena de la noche como Cuba se empezó a aficionar al mundo de las setas. «Por las tardes me marchaba a dar paseo por los bosques y los montes de cada pueblo que visitaba, y con una guía de setas que me había comprado en Alcampo, empecé a reconocerlas e identificarlas», explica. Su afición por aquel maravilloso mundo de hongos con multitud de formas y colores fue a más, y prueba de ello es que Cuba se alzó ocho años consecutivos con el primer premio del Concurso de Fungos e Cogumelos del Concello de As Pontes. Y hasta ha escrito la guía Setas do Ortegal, cuya publicación ha retrasado la pandemia, pero que él espera que pronto pueda ver la luz.

Aunque a Cuba le atrae la euforia de las actuaciones sobre el escenario, es en la quietud de un paisaje o viendo una puesta de sol donde encuentra la paz: «Vivimos a un ritmo trepidante, sin tiempo para pensar, y eso se cura estando en contacto con la naturaleza... En eso soy un poco troglodita». Para terminar, le pido que confiese su peor defecto y su mejor virtud. A lo primero contesta con un «a veces soy muy impulsivo y hago las cosas sin pensarlas». Y, en cuanto a lo segundo, es su hijo Jose, músico como él, quien se adelanta en la respuesta: «Es una persona súper transparente, amigo de sus amigos y un gran padre».