Dos templos escondidos en las tierras altas de Monfero

Cristóbal ramírez A CORUÑA

MONFERO

Cristóbal Ramírez

Un campo de mámoas acompaña a la capilla de San Vitorio

22 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El cemento y el ladrillo han ido fagocitando la Galicia de siempre. Pero desde luego hay excepciones, y alguna de ellas cerca del golfo Ártabro. Las tierras de Monfero, por ejemplo, no han sido maltratadas como sí pasó con una parte de las ribereñas, y años después todo sigue igual por aquellos montes de la Serra da Loba. Eso sí, con un parque eólico en la actualidad mutilando el paisaje.

Los amigos de andar lo tienen fácil. Los de ir en coche también es otra alternativa, pero de cualquier manera en algún momento tendrán que usar las piernas si no quieren destruir los amortiguadores. Y así, el punto de partida está al pie de la Serra da Loba, precioso topónimo que hoy no tendría lugar: no quedan lobos, y si los hay pasan fugazmente. Búsquese la aldea de As Restrebas, y desde ahí los conductores tirarán carretera arriba y los andarines se meterán por la corredoira con mucha sombra de la izquierda. El primer kilómetro se caracteriza por ser un paraíso vegetal, con un suave descenso que augura otro tramo ascendente: otro kilómetro largo para llegar a un lugar simplemente mágico como es la capilla de la Ascensión, con su cruceiro muy desgastado que muestra, además de obviamente a Cristo crucificado, a su Madre orante. En la opción del coche se llega hasta cerca, desvío señalizado, pero se impone andar cinco cómodos minutos.

El caminante sigue la ruta con desvío a la izquierda a los 300 metros, para ganar luego una carretera (giro a la derecha y a otros 300 metros, a mano contraria). Y a partir de ahí, a la izquierda por pista ancha. Con calma, porque así se podrá admirar la excelente colección de mámoas que hace como mínimo cinco milenios los habitantes de aquella Galicia primigenia fueron construyendo. En pocas palabras: un tesoro imponente digno de admirar. No único en el territorio galaico porque concentraciones de estos túmulos existen en más lugares, pero no por ello merecedor de menos protección. Un día se excavarán y explicarán en su lenguaje mudo por qué se eligió esa planicie para levantarlas, cuando desde luego sí había lobos en la sierra. Algún panel explicativo ya hay, pero por supuesto no desvela el misterio que esconden, aunque sí documenta ese auténtico parque arqueológico a vista del ser humano.

Cristóbal Ramírez

La excursión acaba ante la ermita de San Vitorio (en la bifurcación, a la izquierda; por la diestra se iría a la aldea de Os Caínzos), un templo sencillísimo, entrañable, con un atrio igual de humilde, inscripciones cerca de la puerta, con un ventanuco por el que en otros tiempos se depositaban las limosnas. Y con un precioso cruceiro. Y en sus inmediateces, otro misterio: A Pena del Roldán. Y Roldán no era otro que el hombre de confianza del gran Carlomagno. Ahí es nada.

LA AVENTURA

Ir desde As Restrebas andando.

LA FOTO MÁS PERSONAL

Ante la capilla de la Ascensión.

EL DESAFÍO

Entender por qué se construyeron en esas alturas tantas mámoas.

EL PASADO

La capilla de la Ascensión fue levantada en el siglo XVIII.