El encanto de lo provinciano

José A. Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL CIUDAD

05 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada domingo, al leer las páginas de la edición de Ferrol en este periódico, me entran ganas de volver a escribir la columna semanal que, bajo el título de «Viéndolas pasar» he venido publicando con regularidad durante años. Esta ausencia fue un descanso que me propuse por el simple hecho de espaciar compromisos que condicionen ya una vida libre de horarios y compromisos, como debe ser la de un jubilado. Explico esto a manera de prólogo porque han sido muchas las personas que me han preguntado por qué había dejado de escribir y si lo dejaba definitivamente. Así que, con la aquiescencia de los amigos de La Voz de Galicia, digo aquello de Sabina «me voy, pero me quedo», es decir, me encontrarán en esta página de vez en cuando, encantado de relacionarme con los lectores que echaron de menos esta columna.

Y empiezo hablándoles de literatura. Cercana, reconocible, casi familiar, pero de gran calidad. Estuve hace un mes en un Congreso literario muy especial, en el que se habló de escritores en distintas lenguas europeas, que tenían en común el haber centrado algunas de sus novelas en sus pueblos o comarcas natales, desarrollando argumentos interesantísimos en espacios geográficos pequeños y familiares. Porque ya Torrente Ballester decía que «en provincias es donde pasan las cosas. Donde se agranda lo pequeño y se intensifican las pasiones. Lo que pasa en la gran ciudad ya sale en los periódicos». Y no le falta razón. Allí se habló de escritores franceses, italianos, polacos y rumanos que crearon muy buena literatura utilizando la geografía, sociología, idiosincrasia y rasgos definidos de lugares pequeños, pero bien conocidos y valorados por cada uno de ellos. También se trató de escritores españoles con obra importante en este aspecto: Gonzalo Torrente, José Mª Merino, Luis Mateo Díez, Antonio Soler, y no podía faltar Antonio Pereira, el gran valedor de Villafranca del Bierzo, que, además, era la sede del Congreso.

Para explicar la enorme influencia que tuvo Ferrol en la obra de Torrente, tuve que detallar previamente cómo era esta ciudad en el primer tercio del siglo XX, su personalidad e idiosincrasia, su vida y sus muchos valores.

Lo de «ciudad lógica en una tierra mágica» le sirvió a Torrente para cientos de páginas que hablan de Ferrol, unas veces directamente, y otras utilizando la ciudad como referente literario de un espacio novelístico que tiene otros nombres (la isla de La Gorgona, Villarreal de la Mar, etc.)

Algo semejante hizo Antonio Pereira con Villafranca, su pueblo natal. Sus calles y sus casas, las blasonadas y las modestas, están en muchas páginas de Pereira. Un genio del relato corto, de la ironía y de la fidelidad a una tierra y a sus gentes.

Paseando por su barrio humilde de La Cábala, al cruzar el puente sobre el río Burbia, recordé un texto suyo que transcurría en ese mismo sitio. Contaba que venía con sus viejos amigos del barrio de celebrar que el Ayuntamiento local lo había nombrado Hijo Predilecto de su pueblo. Era de noche, llovía y hacía mucho viento. Al cruzar el puente, pensó que si este ventarrón los zarandeaba y los arrojaba al río embravecido que rugía allá abajo, acudirían los bomberos, los de Protección Civil, etc., y no tenía duda de que sería él el primero en ser rescatado por ser el más reconocido del grupo…

Inmediatamente se reprochó ese ataque de orgullo egoísta, pero, siguió pensando: «bueno, pues harían muy bien, porque de todos estos compañeros soy el único que no sé nadar».