Ciudades caducadas

José Picado DE GUARISNAIS

FERROL CIUDAD

22 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada vez más arquitectos y urbanistas hablan de que el modelo de ciudad actual está caducado. Se refieren a las grandes ciudades habitadas por varios millones de vecinos. Han dejado de ser eficientes, dicen, y se han convertido en focos de contaminación. Su aire está contaminado, generan más residuos de los que pueden gestionar, el ruido producido es insano (sobre todo en España), a lo que hay que añadir el ritmo, las prisas, la tensión, el estrés… Las grandes ciudades se han convertido en islas de calor urbano, espacios duros tomados por el asfalto, los vehículos que queman combustibles fósiles, y los enjambres de edificios más parecidos a contenedores de alta capacidad que a lugares de alta calidad residencial. Las ciudades tienen fecha de caducidad, como los yogures, y muchas ya la han sobrepasado.

Ferrol está incluida en el grupo de las grandes ciudades españolas. Figura casi al final del ranking de las 149 que superan los 50.000 habitantes, pero con más vecinos que capitales de provincia como Zamora, Ávila, Cuenca, Huesca o Segovia, por citar algunas. Todas ellas ciudades viejas, antiguas, cargadas de sabiduría, cultura e historia. No es el caso de la ciudad departamental, hasta hace poco villa de realengo transformada en ciudad por necesidad de la Corona española. Carlos III la expropió, Isabel II le dio el título. La ciudad creció a la sombra del Arsenal y los Reales Astilleros, y se amplió con la absorción del Ayuntamiento de Serantes hace cuatro telediarios, podríamos decir.

Ferrol no parece tener fecha de caducidad porque no está amenazada de los males de las grandes urbes. Pero sí tiene fecha de consumo preferente, como saben los ferrolanos de toda la vida, y esa preferencia ya se ha cumplido. La ciudad no está atiborrada de tráfico pero tiene un serio problema para acomodar los coches parados. No ha integrado la naturaleza en su interior pero tampoco sufre una mala calidad del aire. Presume de manjares como las almejas o los chocos de la ría a pesar de que la convirtió (esto sí es grave y tiene caducidad) en una cloaca. No tiene polígonos industriales porque su limitado desarrollo vino amparado por una sola industria. Y cuenta con una razonable red de infraestructuras que facilitan la alimentación, comercio, educación, salud y cierto ocio saludable y sostenible. La ciudad la diseñaron otros hasta hace bien poco. Los ensanches y las barriadas de Recimil y Caranza forman parte de los planes expansionistas posteriores a la Guerra Civil, así como la integración de todas las parroquias rurales pertenecientes a Serantes. Ahora son espacios vacíos que ofrecen un nuevo modo de vida a poca distancia de la pequeña urbe ilustrada. Ferrol tiene que encontrar su propio modelo de ciudad.