Aquella ceniza

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

14 mar 2020 . Actualizado a las 00:43 h.

Además de una palabra muy hermosa, la saudade es un misterio. Porque, a pesar de lo mucho que se ha reflexionado sobre la verdadera naturaleza de ese sentimiento, arraigado en el alma de Galicia desde el origen de los tiempos, jamás se ha llegado a una conclusión que satisfaga a todos cuantos se han preguntado, alguna vez, de dónde viene esa extraña forma de la melancolía que tanto te hiela el corazón... como parece reconfortarlo a veces. A mí, que tampoco tengo respuesta para esa pregunta eterna, me gusta decir que la saudade es la nostalgia de lo que incluso podría no haber existido jamás. La sombra de todo aquello cuyo recuerdo -o por decirlo mejor cuya lejanía- despierta en nosotros una cierta tristeza, aunque también nos haga mucha compañía siempre. Hace un par de días estuvo de cumpleaños un gran amigo, Quique Rodríguez Pantín, amigo de una vida entera. Y mientras le enviaba unas palabras de felicitación empecé a darme cuenta de que han pasado cuarenta años desde que teníamos quince. Entonces volvió a mi memoria aquel otro Ferrol, tan distinto del de este siglo nuevo, que tenía una pista de atletismo, hecha de ceniza, en el Inferniño, en un estadio que ya no existe. Y ahora veo que la saudade también es la ceniza perdida sobre la que, en un tiempo que ya no volverá jamás, dábamos vueltas y vueltas, soñando con llegar a ser un día aquellos atletas, como Haro y Álvarez Salgado, que tanto brillaban en la televisión en blanco y negro. Uno puede llegar a sentir saudade, incluso, de los sueños que se desvanecieron. Se me olvidaba decir, disculpen, que nuestro club de atletismo se llamaba Concepción Arenal. Como nuestro instituto, por cierto.