Otras velas

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFE SOLO

CEDEIRA

02 sep 2017 . Actualizado a las 00:05 h.

San Andrés de Teixido estaba el martes envuelto en un muro de niebla que hacía que tanto entrar como salir del pueblo les recordase a los viajeros, al pasar por la sierra de A Capelada, hasta qué punto es cierto eso de que allí está la puerta entre dos mundos, y que completar una peregrinación es una conquista siempre. El tópico afirma que allí se ha parado el tiempo, pero nada está más lejos de ser cierto. Se trata, en realidad, de todo lo contrario: de que en ese lugar, capital espiritual de todos los finisterres, la eternidad ha tomado forma, convirtiéndose en un eterno presente. La verdad es que el santuario es todo -todo aquel paraje, en el que se dan la mano la mar, la tierra y el cielo-, pero aun así basta con pasar unos minutos en silencio en el interior del templo para poder darse cuenta de que, como también sucede en Santiago de Compostela, uno percibe, de alguna misteriosa manera que jamás sabe explicar, que lo acompañan todos cuantos han ido allí en otro tiempo. Había mucha niebla el martes, como ya les decía antes. Una niebla que había borrado las cumbres de los montes hasta lograr que Teixido perteneciese ese día más al Océano que a esta parte del Viejo Continente en la que Europa comienza. De las velas que llevaban Servidor de Ustedes y la Cámara de Juguete, una de ellas, con el permiso de Vuesas Mercedes, era por una intención de todos: por los muertos que no tienen a nadie que los recuerde. El tiempo corre, sí. Pero no necesariamente ha de ser cierto aquello, tan cervantino, de que las «esperanzas menguan». Y el verano se va acabando, pero no pasa nada. Como decían los antiguos persas, que siempre sea primavera.