Una estatua

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

CABANAS

05 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Me pregunto por qué la conversación, mayormente con sabor a café y alrededor de una mesa de mármol blanco, no está considerada como una más de las bellas artes. Sobre todo si tenemos en cuenta que gran parte de la mejor literatura del mundo se ha escrito, de viva voz, en el aire. Nunca sabremos cuál era el verdadero rostro de Homero, pero estoy seguro de que los viajes de Ulises nacieron para ser cantados por quienes conocían bien el mar, el viento, el pan y los olivos de Grecia. Y las sagas islandesas surgieron, en cabañas aisladas por la nieve, al calor del «animal llamado fuego». Hoy la ciudad de Santiago rinde homenaje a la intensa relación que Torrente Ballester (magnífico tertuliano y aceptable cantador de tangos, como tan a menudo recordaba Carlos Casares) tenía con esa forma de contar sobre la que se fue construyendo la memoria del mundo. Y yo ya estoy deseando salir hacia Compostela para ver allí la estatua de don Gonzalo, que han traído, expresamente para la ocasión, desde el café Novelty de Salamanca. De Torrente releo estos días, por cierto, los artículos periodísticos reunidos en el volumen Cotufas en el golfo, obra de la que tuve un ejemplar que perdí hace años, y de la que ahora he encontrado otro ejemplar más, en muy buen estado, en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión instalada en el Cantón de Molins. Para mi gusto particular, no es precisamente como articulista donde el autor de La saga/fuga de J.B. brilla a más altura -a Cela le pasaba otro tanto, a diferencia de lo que ocurría con Pla y con Cunqueiro-, pero la suya siempre es la escritura de un maestro, eso está claro. Y sé que no van a creerme, pero oigo su voz en este momento.