Comunidad emocional

Nona I. Vilariño MI BITÁCORA

FERROL

02 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Sería lógico que este clima de crispación permanente agite el alma colectiva y llegue un tsunami. El título quiere sugerir que algo especial me ha hecho reflexionar sobre ese concepto que estudié en mis clases de Filosofía, que tanto me ayudaron a descubrir lo poco que se. Y fueron motor de mi permanente deseo de aprender. Entonces entendí qué supone una comunidad emocional y su origen. Hace unos días lo recordé al escuchar, en una extraordinaria y emotiva entrevista, a Hugo Ballester, periodista valenciano, que movió mi corazón a acompasarse con el suyo para transmitirle que su palabra es la verdad, limpia, valiente y desgarradora, pero capaz de poner luz hasta en el barro. Le preguntaron qué pedía para Valencia y respondió: ¡Empatía! (es decir comunidad emocional). Abracé la palabra para agradecerle que nos recordase que para tareas que exigen la grandeza que necesita Valencia hay que estar cerca del corazón de los valencianos. Porque solo desde esa comunión se pueden resolver los problemas. Si no es así habrá una fría reconstrucción del espacio pero no del alma herida de Valencia. Cuando España fue comunidad emocional llegó la democracia, se aprobó una amnistía (fruto del deseo de concordia tras tantos años de las dos Españas) una Constitución por amplísimo consenso. Y, tras el 23F, ignominia inolvidable, llenamos nuestras calles, plazas y pueblos para defender la democracia. Y hubo un ¡Basta ya!, manos al cielo, llanto fructífero por el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Pero esa comunidad murió cuando se levantó el muro de la vergüenza. Zapatero puso la primera piedra en el Tinell y Sánchez sigue la obra… Necesita las dos Españas.