Muchos artículos parecidos a este duermen en el cajón de las bitácoras secretas. Están allí porque pensé que, al verlos publicados, me devolverían al infierno vivido. Cuando tantas mujeres maltratadas, que conocí y escuché, no tenían más alternativa que el silencio. Pero hoy necesito expresar mis dudas sobre cómo se está abordando, política, social e individualmente, el drama de la violencia contra las mujeres. Es grave que se imponga la corrección política, que arruina tantas verdades, solo por el temor al ruido (incluso al escándalo) que se puede generar si se cuestionan algunos de los ejes que constituyen el armazón principal de la teoría del machismo como única causa de la criminal violencia que golpea con fuerza incontrolable a mujeres y también cada vez a más niños que acaban recibiendo una agresión, mortal casi siempre, como castigo de un padre o una madre, que les rompen la vida.
Actitud que ignora, incluso, estudios rigurosos que recomiendan reconsiderar algunas líneas de las políticas contra el maltrato que causa tantas muertes, tanto dolor y que tiene: raíces, causas y contextos más allá del reduccionismo que lo explica todo solo desde el machismo, con el añadido del feminismo más radical, y como tal falso, que excluye al hombre de todas las actuaciones políticas o sociales en este campo. Y quiero responder que esta lucha no se gana sin ellos ni contra ellos. En muchos casos víctimas inocentes de la presunción de culpabilidad, cuando, en su inmensa mayoría, repudian y luchan, con coraje añadido, contra la violencia sobre las mujeres. Visualizar su «auténtico feminismo» es una deuda que debemos pagar ya.