Talento y formación académica

José A. Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL

20 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Rosa Montero en su último libro, El peligro de estar cuerda, especula con la posibilidad de que todo creador artístico tiene un talento especial que, en algunos casos, alcanza parámetros sorprendentes, explicados por la ciencia como genialidades o intuiciones que están fuera de la lógica. Casi concluye que el artista genial rebasa los límites de la normalidad y que, en determinados momentos, esa genialidad está más cerca de la alucinación, que derivada de su formación académica y profesional en el arte que cultive. Esto ocurre, afirma la autora, con los escritores que fueron capaces de escribir grandes obras, reconocidas como tales por distintas generaciones humanas, como La Odisea, El Mahabarata, El Quijote, todo Shakespeare… Stevenson, por ejemplo, cuando publicó en 1886 su novela El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, tuvo la genial intuición de adelantarse a la neurociencia y demostrar que cada uno de nosotros tiene dentro diversos individuos con diferentes caracteres e inclinaciones.

Algo hay de excepcional en la mente creadora de determinados escritores, pues solo eso explica que algunas de las más grandes figuras de la literatura universal hayan destacado por esa intuición genial y el consiguiente dominio del idioma empleado, cuando su preparación académica y cultural era más bien deficiente. Y citaré tres casos entre otros que podría enumerar: Charles Dickens, Joseph Conrad y Hemingway, escritores de talla mundial. Dickens no recibió ninguna educación académica hasta los nueve años. A los once, pasó una temporada en la cárcel, no por haber hecho nada malo, sino porque su padre fue encarcelado por las deudas que tenía y con él se llevó a toda la familia que se quedaba en la calle sin sustento. Así lo permitía la ley inglesa de la época (años veinte del siglo XIX). Empieza a trabajar a los doce años y comienza su formación autodidacta: se aficiona a leer y escribe pequeñas crónicas para un periódico del barrio. Con mucha dedicación y gracias a su matrimonio con la hija del director de un periódico de mayor difusión, empieza su carrera literaria, cuyo éxito entre el público lector fue enorme en el Reino Unido, después en USA y más tarde en todo el mundo.

Algo parecido sucedió con Conrad, que siendo niño se quedó huérfano de padre y madre, y aunque el tío que se convirtió en su tutor trató por todos los medios de que estudiase y se formase para el futuro, el espíritu aventurero del adolescente lo llevó a embarcarse en un buque mercante que lo llevó a la Martinica y ahí empezó una vida aventurera y errante por los mares de distintos continentes. Y más difícil aún: su lengua natal es el polaco. Pero en su vida marinera aprendió inglés y será en esta lengua en la que escriba toda su obra literaria. Por cierto, cuando nace Conrad, Polonia está invadida por Rusia y él sentirá un eterno rencor hacia esta nación invasora y hacia toda su cultura, hasta el punto de que llega a despreciar a escritores como Dostoiesvki…

Ernest Hemingway es un caso parecido. Sin más que unos estudios secundarios en su haber cultural, se alista en el ejército para participar en la I Guerra mundial, en la que cae herido. Al acabar esta, se marcha a París sin un dólar en el bolsillo. Allí coincide con otros escritores americanos (la llamada Generación Perdida), se casa, se divorcia, viaja a España, como corresponsal de prensa. Como tal estará en la guerra española, y en la II Guerra Mundial. Estas experiencias le sirven para escribir varias novelas, su éxito como escritor fue siempre en aumento, hasta concederle el Premio Nobel en 1954.

Mucho talento y genialidad van a necesitar nuestros estudiantes de hoy si mañana quieren ser buenos escritores, para compensar las deficiencias académicas a las que los estamos condenando.