Amnistía

Nona Inés Vilariño MI BITÁCORA

FERROL

29 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Es uno de los momentos más hermosos de mi vida política. El hemiciclo del Congreso de los Diputados fue escenario de un acontecimiento que daba rango de ley a la reconciliación, que España necesitaba para poder edificar su democracia desde la superación de una guerra civil, que enfrentó, a su pesar, hasta a hermanos. Al iniciarse la votación de la Ley de Amnistía sentí que nada ni nadie podría arrebatarme esa emoción, ese recuerdo. A mi lado, hombres y mujeres, jóvenes, con casi toda la vida por delante y un más que probable futuro de libertades y progreso. Y mayores, con heridas antiguas que aún dolían, buscaron una mano que estrechar y una mirada cómplice para pulsar un «Sí» que, por fin, abría horizontes de esperanza de un tiempo nuevo, sin buenos y malos y con más colores que el blanco y el negro…

Siempre, mientras pueda, escribiré o pondré voz a ese y otros recuerdos para reivindicar aquel espíritu de concordia, a aquellos políticos y la memoria de quienes dieron su vida para que fuese posible la convivencia e imposible resucitar la agresiva confrontación, de tan trágicas consecuencias, que, por desgracia, vuelve a tener destacados partidarios. Pero no, señores del Gobierno, no es que no se pueda derogar la Ley de Amnistía por razones legales. Aquella amnistía nacida del espíritu de concordia de los españoles y el legado histórico de quienes lideraron la Transición están escritos en el alma colectiva de la España que no olvida ni admite que le roben su historia para reescribirla como panfleto partidista. Y pervivirán frente a quienes se autoamnistían a diario de sus fechorías y deslealtades.