Han sido unos días, estos últimos, muy difíciles en la comarca ferrolana a nivel laboral. Hay centenares de trabajadores de industrias estratégicas de Ferrolterra que no tienen claro su futuro, que se ven más cerca de acabar formando parte de las negras listas del paro, y con escasas perspectivas de encontrar otro empleo en la zona. Todos estamos preocupados por el desarrollo de la pandemia y por cómo pasaremos una tercera oleada de contagios que parece segura para después de las Navidades. Pero al igual que el covid no desaparece ni se marcha de vacaciones tampoco lo hacen problemas estructurales y socioeconómicos muy graves a los que tenemos que hacer frente. Hay muchos más dramas que la crisis sanitaria, ya de por sí inquietante.
Son los trabajadores de las compañías auxiliares del naval, indispensables cuando Navantia arranca la construcción de buques, porque hace décadas que dejó de poder fabricarlos solo con su plantilla directa, pero también los más desprotegidos y los primeros en perder sus puestos cuando la ocupación cae. Son también los operarios de las subcontratas de la central térmica de Endesa, algunos con casi 40 años de antigüedad prestando servicio en la planta, sin saber qué será de sus vidas laborales en pocas semanas, y lo son los que conforman la plantilla de Siemens Gamesa en As Somozas.
Toda la pérdida de empleo es dolorosa, y más en una comarca acuciada por una creciente desindustrialización como la ferrolana, pero el cierre de una factoría de palas eólicas cuando aquí ya se padecen los efectos de la descarbonización de la economía es cuando menos surrealista.